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Las posibilidades de la época
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5. Intervenir (política)

Las posibilidades de la época

Sergio Delgado
p. 255-263
Texto | Cita | Autor

Texto integral

1Una imagen insiste : un muchacho, un hombre –el hijo del poeta–, de unos treinta años, sube al colectivo que va de Santa Fe a Rincón, con su hijo pequeño –el nieto del poeta–, de unos tres o cuatro años, una noche de invierno. Es una imagen que no vi con mis propios ojos, que me llega de manera indirecta, en el relato de alguien que sí estaba en ese momento en el colectivo, no hace mucho tiempo, cosa de meses, de un año como mucho. Llega hasta mí, entonces, por el relato de este testigo, y me llega además por teléfono, es decir atravesando varios miles de imprevisibles kilómetros, montando desde Santa Fe a un satélite que flota en el espacio y descendiendo luego hasta el auricular del aparato que llevo hasta mi oído, en Bretaña, sin mayores perturbaciones salvo un pequeño eco de algunas décimas o centésimas de segundo que la vibración de algún átomo ha provocado en algún lugar de semejante tránsito, quién sabe dónde. Pequeña vibración, apenas perceptible, pero suficiente para instalar, ahí, la irreparable distancia. Y la imagen llega, además, mezclada con tantas otras cosas : no es que la persona que me llamó lo hizo para contarme precisamente esto ; lo dice como al pasar, entre otros temas, otras preocupaciones, otras imágenes... Y a pesar de todas estas interferencias y mediaciones, la imagen me llega con una fuerza sorprendente y permanece en mí, inconmovible, todos estos meses, hasta ahora que me dispongo a evocarla. Su materia ha cobrado relieve en el vacío que la circunda –poco puedo hacer con ella, literariamente hablando, porque apenas me pertenece– y con el silencio –no la compartí con nadie, todavía– ; si acaso hay una dificultad es la de escribirla, una dificultad comparable, quizás, a subir con un niño de tres o cuatro años en brazos o de la mano a un colectivo como el que va de Santa Fe a Rincón, buscando en infinitos bolsillos las monedas que hay que poner en la boca de la máquina infernal de boletos. Subir y pararse frente a esa máquina, cuando el colectivo ha vuelto a ponerse en marcha, con el niño en brazos, en medio tan inestable, buscando esa moneda, he ahí esta imagen a un mismo tiempo distante y accesible, decía, aunque no al parecer para la escritura, que hace varios días que estoy tratando de hacer algo con ella. Intuyo que algo deberé o podré hacer, no lo sé todavía.

2Hay aspectos, detalles que no puedo o que no debo decir, lo sé ahora, recién ahora que me pongo a escribir. En parte por desconocer el escenario y las posibilidades de semejante imagen, la manera como podrá ser leída o escuchada, ahora, y en parte porque me impongo algunas obligaciones. Torpeza, entonces, de la pre-escritura y pequeña moral del oficio de escribir mezclan sus perplejidades.

3Aquí reconozco, me parece, una primera condición de lo político en literatura, al menos de sus posibilidades hoy en día. La reconozco sin haber abordado, todavía, ninguna materia propiamente literaria. Estoy tratando, sin duda que con dificultad, una imagen ajena a la literatura, una imagen que se resiste y que está, en todo caso, más bien antes o después de la literatura. La posibilidad de un "no decir" frente a ciertas cosas, la posibilidad, si se quiere, de un cierto pudor ante el decir, deben al menos insinuarse en el escenario secreto de las consideraciones previas a toda escritura ; van a debilitar seguramente lo escrito en tanto "mensaje" pero, paradójicamente, el decidir de la literatura habrá de encontrar la fuerza para su decir lo político.

4Se me ocurre, además, que esta primera condición nos toca a todos los que escribimos. A aquéllos, como es mi caso, que no descartamos la posibilidad de que la literatura colabore con la transformación de la realidad ; y también a aquellos que, con legítimo derecho, piensen exactamente lo contrario.

5En estos días leo una carta que Bertolt Brecht escribe a una amiga, en marzo de 1942, donde dice lo siguiente :

Siempre hemos estado de acuerdo con el hecho de que la época en la cual vivimos es una época admirable para aquellos que luchan. ¿En qué otra época la razón ha tenido tantas posibilidades ?

6Mientras leo me digo que hoy en día deberían escribirse estas mismas palabras pero con sentido exactamente inverso y donde dice "época admirable para aquellos que luchan" debería decirse "época lamentable para aquellos que luchan", y donde se habla de "posibilidades" debería decirse, más bien : "imposibilidades". Lo cierto es que las definiciones de "época" y de "posibilidades de una época" confrontan componentes objetivos y subjetivos difíciles de discernir. Cuando Brecht escribía esas palabras, desde el exilio, en marzo de 1942, la "época" tenía un sentido diferente al que tiene ahora para nosotros. Pero también la tenía, sin duda, para muchos de los contemporáneos de Brecht. En 1942 había muchas personas a quienes la época no brindaba ninguna, pero ninguna posibilidad. ¿Dónde comienza el significado colectivo de una época, dónde su significado personal ?

7Estas dos consideraciones, en las que me he entretenido antes de comenzar, es decir la imagen actual del hijo y del nieto del poeta subiendo a un colectivo y la carta de Brecht a su amiga Karin Michaelis, el día de su cumpleaños, en marzo de 1942, dan cuenta de una materia previa a lo que me dispongo a decir.

8Tratemos de pasar ahora a la literatura. Desde el momento en que me llegó la invitación a esta jornada, tuve la idea de hablar de la relación entre imagen, escritura y política en la obra de un poeta contemporáneo. Me parecía importante que fuera un poeta del litoral argentino, para referirme a un espacio y tiempo que conozco. Podría haber elegido Juan L. Ortiz, Juan José Saer, Paco Urondo, o Aldo Oliva, para mencionar algunos nombres que vinieron a mi mente y que representan para mí momentos privilegiados de encuentro entre una escritura y su época. Poetas que, en ciudades como Rosario, Santa Fe o Paraná –que no son Buenos Aires, pero que tampoco son el desierto– y en situaciones históricas difíciles, conciben soluciones ejemplares, desde mi punto de vista, a lo político en literatura. Sin embargo, sin descartar totalmente ninguno de los nombres mencionados, me vino también el del poeta Juan Manuel Inchauspe. Y decidí hablar de Juan Manuel Inchauspe.

9Es el poeta local por excelencia y con esta definición de "local" no estoy pensando en ninguna categoría literaria sino más bien en la condición de alguien que apenas abandonó su ciudad natal a lo largo de toda su vida. Su figura, su rostro, están adheridos a la ciudad y sin embargo su poesía rechaza de inmediato el mote de localista o de regionalista. Inchauspe es local en el sentido de una insistencia, o, para utilizar una imagen del mismo poeta, en el sentido de aquél que vuelve a casa después de un cataclismo, "caminando sobre escombros". ¿Dónde volver, si no, a vivir ? :

Se puede salir con vida de un terremoto
y después se puede volver –simplemente volver.

10La poesía de Inchauspe forma sin duda un sistema con los nombres mencionados anteriormente (Ortiz, Saer, Urondo, Oliva), pero desde el lugar de la diferencia o la anomalía. Es improbable que su figura esté en relación con la "red de sangre" que mencionaba Juan L. Ortiz en su poema-poética "Ah, mis amigos, habláis de rimas…" :

Oh, yo sé que buscáis desde el principio el secreto de la tierra,
y que os arrojáis al fuego, muchas veces, para encontrar el secreto...
Y sé que a veces halláis la melodía más difícil
que duerme en aquéllos que mueren en silencio

11Inchauspe tenía 17 años hacia 1957, cuando Ortiz escribe ese poema. Es muy joven para estar involucrado directamente en estos versos, pero es indudable, sin embargo, que esa "red de sangre" lo predice y contiene.

12Es difícil sostener, por otra parte, que Inchauspe pudiera ser el modelo o siquiera el vago referente de alguno de esos personajes de carácter indómito que configuran la zona literaria de Saer (como Gato Garay, por ejemplo) ; el personaje inspirado en Inchauspe, si lo hubiera, parece ser más bien uno de los tantos que quedaron fuera del cumpleaños de ese raro maestro que fue Washington Noriega. Pero esto es también improbable : este hipotético personaje quizás hubiera sido invitado a último momento o de manera indirecta... ¿quién podría sostener lo contrario ?

13Cuando pienso en Inchauspe como poeta lo veo aparte, pero no demasiado alejado de la poesía de Ortiz, de Saer, de Urondo o de Oliva. Y me apuro a decir, para evitar toda confusión, que no es un poeta que pueda llamarse político. Su poesía transita menudos escenarios, habitaciones al alba, patios en el crepúsculo, se escribe en una mesa de la cocina, se contempla en un espejo del baño. Hablan de una gata, de un lugar de la casa, de un árbol. Apenas un poema, quizás dos, pueden ser considerados en relación directa con la época que le tocó vivir al poeta. Y sin embargo Inchauspe propone, se me ocurre, una de las miradas más lúcidas sobre los años setenta. Esta poesía, que no puede entonces definirse como política, logra en uno o dos poemas –digamos dos–, un momento de espléndida intensidad. Es el caso, por ejemplo, del poema "Los tuyos":

Has llorado, en secreto, a los tuyos.
Lenta, inexorablemente, los has visto partir
alejarse para siempre.
Has sentido, en tu corazón,
el desprendimiento de una rama que cae.
Y luego has borrado
las huellas de esas lágrimas,
has contenido, en el límite infranqueable,
los bordes de tu propio dolor
y los has devuelto a tu pobre vida,
a los días siguientes, a las horas,
para que permanezca allí.
Oculto
como una invisible y constante
cicatriz.

14Este poema publicado en Trabajo nocturno, de 1985, ha sido leído muchas veces en relación con el tema de los desaparecidos. En este sentido fue recitado, por ejemplo, el 28 de septiembre de 1995, en el marco de la presentación de la agrupación "HIJOS" en Santa Fe junto con poemas de otros poetas, de Juan Gelman por ejemplo.

15Inchauspe había muerto algunos años atrás, en 1991 y la Universidad del Litoral acababa de sacar la edición de su Poesía completa (Santa Fe, 1994). La proximidad de su triste muerte y la rara evidencia que produjo el tardío reconocimiento por parte de una institución como la universidad, explican, probablemente, la presencia de Inchauspe en ese acto, junto a esos otros poetas –iba a ser leído también Benedetti, pero alguien lo tachó a último momento–, y es indudable que todo esto entra más en el ámbito del equívoco que del homenaje. No puede ser de otra manera, tratándose de un tema como el de nuestros desaparecidos. Este poema, el poema "Los tuyos", puede ser leído sin pensar necesariamente en un desaparecido político, puede tener como motivo, en realidad, cualquier muerte, cualquier pérdida, un desaparecido a secas. Así el primer verso "Has llorado, en secreto, a los tuyos" puede referirse simplemente a la desaparición de todo ser querido, de alguien que ha muerto, quizás, de muerte natural : los tuyos es una dimensión interior, infranqueable, para dolerse de una pérdida, de esa, como concluye el poema : "invisible y constante / cicatriz".

16¿Por qué llorar, entonces, "en secreto" ? Ese secreto puede estar haciendo alusión al pudor que caracteriza toda la poesía y, me atrevo también a decirlo, toda la vida de Inchauspe. Es probable también que exista una tradición, que desconozco, perteneciente al ámbito de la familia o de los amigos del poeta, que permita establecer de manera directa la relación "tuyos-desaparecidos". Pero es un dato exterior al poema. Por otra parte, es igualmente cierto que basta con que una persona, sólo una, lea este poema en clave política para que esta lectura sea posible.

17He aquí, se me ocurre, una segunda condición de lo político en literatura. Debe encontrarse donde menos se lo espera ; donde se manifiesta. Y es de esta manera, es decir cuando el poema, en este caso, encuentra su lector, que lo político ocurre.

18La posibilidad de lo político, por otra parte, es más evidente en el segundo poema de Inchauspe al que quería referirme. Estoy hablando del poema "Época", un poema que nos brinda, sin ninguna duda, la imagen más imborrable del paisaje vacío posterior a esta batalla infame que fue la década del setenta :

Un prolongado ulular me despertó durante la noche.
Tuve una visión fugaz de luces rojas y amarillas, intermitentes.
Con los ojos recién abiertos en la oscuridad
escuché el sonido giratorio por las calles desiertas.
Instintivamente estiré mi mano por entre las varillas
y palpé el cuerpo de mi pequeño hijo :
suave, cálido
pacificado como un animalito.
Él no sabe nada del sueño cortado
en la fría madrugada.
No tiene nunca tampoco por qué saber
cómo brotan del sueño estas visiones ;
cómo giran, intermitentes, en la memoria,
y flotan con sus ojos de vidrio alrededor del corazón.

19El sujeto del poema, despertando en la noche, entre visiones fugaces, rehace la duda fundadora de todo despertante, la de Chang Tzu y también la de la mariposa, la de Gregorio Samsa pero también la del insecto (¿es, el insecto, lo monstruoso –al menos en la traducción de Borges–, o acaso lo monstruoso es, para el pobre insecto, la posibilidad de despertar convertido en alguien como Gregorio Samsa ?). Nosotros, los argentinos, tenemos por otra parte algunas tradiciones propias del tránsito a la vigilia, que, se me ocurre, están incluidas en el comienzo del poema de Inchauspe, como es el caso del prólogo de Sarmiento a su Campaña en el Ejército Grande, con palabras que quizás han marcado, acaso para siempre, nuestro imaginario del despertar nacional :

Si alguno de los millares de argentinos que han recibido heridas graves en nuestras eternas luchas civiles, leyere estas páginas, recordará aquella extraña sensación que se experimenta al recobrar el uso de la razón, y abriendo los ojos no poderse dar cuenta de sí mismo y preguntarse interiormente ¿quién soy y qué lugares son estos ? (p. 101)

20En el comienzo del poema de Inchauspe, estamos entonces ante la duda de todo despertante, la duda universal de un ser que sale del sueño y entra en eso que se llama la realidad, pero también la duda concreta, personal, de reconocerse en el hoy y el aquí de cada mañana argentina. De todos modos, éste no es el tema del poema. El tema del poema viene después, con la pregunta que sigue al despertar, la pregunta por excelencia de los años setenta, que no es siquiera formulada, pero que puede casi percibirse : "¿vienen ahora por mí ?"

21"Época" fue publicado en el libro Trabajo nocturno, de 1985, y fue escrito probablemente en estos años, es decir : más bien "después" que "durante" los setenta. Me parece que el tema del poema no es el miedo sino su supervivencia, lo que viene después del terror, lo que el terror ha hecho con todos nosotros. Y el niño, el pequeño hijo, que no tiene nada que ver con aquel pasado, concentra en su potencial como ser el motivo de su negación y también de su supervivencia ("por qué saber"). Un deseo ambiguo que concentra su dificultad en la desbordante negación de ese "nunca tampoco". Volvamos a leer el final del poema :

No tiene nunca tampoco por qué saber
cómo brotan del sueño estas visiones ;
cómo giran, intermitentes, en la memoria,
y flotan con sus ojos de vidrio alrededor del corazón.

22Esas visiones, esas imágenes, no deben perturbar el sueño del niño. No deberían. Pero nadie puede saberlo ni decidirlo. He aquí, por otra parte, una figura imborrable, que el sistema de la literatura argentina deberá alguna vez recuperar, la de estos "ojos de vidrio". Esos ojos que flotan alrededor del corazón... Pero ¿por qué "de vidrio" ? ¿Son ojos falsos, los ojos de alguien que ha perdido los verdaderos ? ¿Son los ojos del mirar hacia adentro, esa otra mirada que necesita la memoria, el corazón ? ¿O acaso son los ojos de una mirada rota, la que nos entrega el espejo de ese otro poema de Inchauspe ? : "En el lugar / donde todos los días mi rostro va a reflejarse / encontré una piedra oscura / de afiladas puntas" (p. 71) ; ¿o acaso son los ojos que caen al piso y estallan como una botella o como una copa ? : "una noche mi rostro se desarticuló / y cayó sobre la tierra hecho mil pedazos " (p. 75).

23Vuelvo a la imagen del colectivo. En realidad no me ha abandonado en ningún momento ; como una música de fondo. La imagen del muchacho que sube al colectivo con un niño en brazos. La imagen y su dificultad. La de subir y también la de pararse frente a la máquina implacable de boletos, cuando el colectivo ha vuelto a ponerse en marcha, con un niño de tres o cuatro años en brazos, en medio tan inestable, buscando la moneda del último bolsillo.

24El colectivo, que había descendido a la banquina para permitir el ascenso del muchacho y del niño, en un cambio abrupto de superficie, de lo liso a lo rugoso, que ha despertado quizás a los que dormitan en sus asientos, ahora ha vuelto a encaramarse a la ruta, venciendo el desnivel entre la arena de la banquina y la cinta del asfalto de la ruta con múltiples sacudones. Los pozos y huellas de la banquina y el borde de la ruta, desencajada y parecida a un escalón, producen vibraciones y sacudones que se transmiten de manera variable a las cuatro ruedas del pesado colectivo y que éstas a su vez reproducen, en vibraciones diferentes, hacia todos los puntos de la carrocería. Pronto, a medida que se avanza por la ruta y se toma velocidad, la serenidad de la marcha se recupera y el colectivo gana la noche. No tendrá dificultad el muchacho en encontrar, a estas horas, un asiento vacío. El niño quizás se ha dormido o se duerme ahora, en cualquier momento.

25La asociación entre esta imagen, cuyo misterio apenas se me revela, y el poema "Época", por ejemplo, es exterior, ya lo he dicho, a la literatura. Poco puedo hacer al respecto. O lo haré algún día, dentro de algún tiempo... No lo sé. En todo caso me pregunto, ahora mismo, sobre las posibilidades que esta asociación puede brindar en otro, el que lee y escucha esto que estoy ahora diciendo.

26En todo caso descubro, al menos para mí, y lo anoto al pasar, una última condición de lo político en literatura (¿la tercera o la cuarta ?). La fuerza con que ciertas imágenes, literarias o de la realidad, perduran en la conciencia colectiva, es imprevisible. Sólo el lector, ese otro dato de lo exterior de la literatura, podrá verificar o no esta eficacia. Y no todos los lectores ; y no en todo momento. La fuerza y si se quiere la debilidad de una imagen en literatura, ha de encontrarse, si se quiere, en la complejidad y la consistencia de ese flotante "ojo de vidrio", que gira en secreto desde hace unos veinte o treinta años alrededor del corazón.

Los Tuyos

Has llorado, en secreto, a los tuyos.
Lenta, inexorablemente, los has visto partir
alejarse para siempre.
Has sentido, en tu corazón,
el desprendimiento de una rama que cae.
Y luego has borrado
las huellas de esas lágrimas,
has contenido, en el límite infranqueable,
los bordes de tu propio dolor
y los has devuelto a tu pobre vida,
a los días siguientes, a las horas,
para que permanezca allí.
Oculto
como una invisible y constante
cicatriz.

Época
Un prolongado ulular me despertó durante la noche.
Tuve una visión fugaz de luces rojas y amarillas, intermitentes.
Con los ojos recién abiertos en la oscuridad
escuché el sonido giratorio por las calles desiertas.
Instintivamente estiré mi mano por entre las varillas
y palpé el cuerpo de mi pequeño hijo :
suave, cálido
pacificado como un animalito.
Él no sabe nada del sueño cortado
en la fría madrugada.
No tiene nunca tampoco por qué saber
cómo brotan del sueño estas visiones ;
cómo giran, intermitentes, en la memoria,
y flotan con sus ojos de vidrio alrededor del corazón.

Juan Manuel Inchauspe, Trabajo nocturno (1985), en Poesía Completa, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1994.

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Para citar este artículo

Referencia en papel

Sergio Delgado, « Las posibilidades de la época », Cahiers de LI.RI.CO, 4 | 2008, 255-263.

Referencia electrónica

Sergio Delgado, « Las posibilidades de la época », Cahiers de LI.RI.CO [En línea], 4 | 2008, Puesto en línea el 01 julio 2012, consultado el 02 marzo 2014. URL : http://lirico.revues.org/479

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Autor

Sergio Delgado

Escritor. Université de Bretagne-Sud

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