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Fundación José Ortega y Gasset

Circunstancia

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Circunstancia. Año X - Nº 28 - Mayo 2012

Artículos

RELACIONES CULTURALES HISPANOARGENTINAS EN LA DÉCADA DEL VEINTE. UNIVERSITARIOS, INTELECTUALES Y MAESTROS, UN DIÁLOGO A TRAVÉS DE REVISTAS ESTUDIANTILES

Luciana Carreño


Resumen-Palabras clave / Abstract-Keywords / Fechas  


Introducción
Sagitario y El Estudiante
Hispanoamericanismo juvenil. Imágenes y representaciones de las “juventudes americanas” y de la “nueva España”
Consideraciones Finales
Referencias bibliográficas
Notas.



Introducción

Desde finales del siglo XIX y principios del XX, la importancia de las relaciones entre España y los países americanos fue objeto de atención de muchos políticos e intelectuales quienes elaboraron discursos y propuestas de acción para propiciar la revinculación de España con sus antiguas colonias. Dentro de este amplio movimiento hispanoamericanista, corrientes como el panhispanismo, hispanoamericanismo progresista, regeneracionismo, krausismo institucionalista, fueron algunas de las distintas variantes de interpretación sobre cómo se debían entender y encauzar las relaciones con América (Tabanera García, 1997).

Durante la dictadura de Primo de Rivera el hispanoamericanismo cobró mayor importancia a nivel oficial y se materializó en el desarrollo de las comunicaciones y las relaciones comerciales con los países americanos. En este sentido, se buscó el incremento de la acción diplomática y consular en América, la mejora y subvención de las líneas marítimas y el tendido del primer cable telegráfico directo entre España y América (Figallo, 2007: 26- 28). En líneas generales, estas iniciativas eran afines a un ideario panhispanista que buscaban rescatar el prestigio español en la afirmación del papel de Madre Patria frente a sus antiguas colonias, al compás de una activa política exterior que pretendía impulsarse (Delgado Gómez Escalonilla, 1992: 18)

Sin embargo, en paralelo a esa postura estatal surgieron actores contestatarios a este modo de encarar las relaciones con Hispanoamérica. Estas voces disidentes surgieron del incipiente movimiento estudiantil español que se formaba en aquellos años y encontraron un eco en los estudiantes americanos con quienes iniciaron un diálogo.

El presente trabajo se propone abordar las relaciones culturales hispanoamericanas en la década del veinte a través del análisis de las vinculaciones entre las juventudes hispanoargentinas representadas en las revistas universitarias El Estudiante (editada primeramente en Salamanca y luego en Madrid entre 1925-1926) y Sagitario (1925-1927) de la ciudad bonaerense de La Plata. Ambas publicaciones contienen especiales características que las destacaron dentro del nutrido arco de publicaciones del período.

Desde el lado español, la revista El Estudiante fue la voz pionera de un grupo de jóvenes que se opuso tempranamente a la política docente del dictador. Estos universitarios, minoritarios en un principio, fueron aglutinándose en las asociaciones universitarias y escolares que luego formaron la futura FUE (Federaciones Universitarias Escolares), protagonistas del estallido universitario entre los años 1928- 1930 (Francisco de Luis, 1994: 285). Asimismo, El Estudiante, revista que aspiraba a la reforma de la universidad española, tomó como modelo el movimiento de la reforma universitaria que se desarrollaba en América, especialmente en la Argentina lugar donde se había iniciado ese movimiento estudiantil en 1918. Desde la sección “América” la revista informaba sobre los reclamos y los líderes reformistas, algunos de los cuales actuaban a su vez como colaboradores de la publicación.

Por su parte, la revista Sagitario provenía de la Universidad de la Plata uno de los centros en donde, desde principios de siglo, se revalorizó el legado cultural hispanista y se promocionó el intercambio científico con España (Prado, 2006: 79- 117). Asimismo, la revista bajo la dirección compartida de Carlos Sánchez Viamonte, Julio V. González y Carlos Américo Amaya, sobresalió por su elevada jerarquía intelectual y la presencia de destacados pensadores de habla hispana (Lafleur, Provenzano y Alonso, 2006: 122). Otro hecho que merece señalarse es que este emprendimiento editorial era representativo de un grupo generacional de intelectuales comprometidos con el movimiento de la reforma universitaria y vinculados al americanismo antiimperialista mediante asociaciones como la Unión Latinoamericana (ULA) y la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) (Rodríguez, 1999: 246).

El análisis de este diálogo apunta a un doble objetivo. Por un lado, se intenta estudiar los planteamientos de actores emergentes, como el de los intelectuales en su condición de universitarios y de críticos a un orden sociopolítico establecido. Se considera relevante rescatar estos debates porque han sido descuidados desde las producciones historiográficas que tratan los años de la dictadura de Primo de Rivera, ya que, tal como señalan Víctor Fuentes (2006) y Ma. Teresa Gómez (2005). La mayoría de las historias culturales que tratan ese período se han centrado en el estudio entre el poder militar por un lado y los intelectuales y estudiantes burgueses y liberales por otro, dejando de lado la actuación de este grupo que estuvo a la vanguardia de la lucha en contra de la dictadura y en la promoción de acciones colectivas de unión entre intelectuales y clases trabajadoras (Fuentes, 2006: 55 y Gómez, M. 2005: 89).

         Por otro lado, nos centramos en el estudio de las relaciones culturales hispano-argentinas de la década del veinte desde la visión de actores no estatales y ajenos a los discursos panhispanistas que se promovían desde los medios oficiales. En este sentido, el diálogo que se entabló entre las juventudes de Sagitario y El Estudiante tiene un carácter de descubrimiento y de reinterpretación de las identidades colectivas entre España y los países hispanoamericanos. De este modo, los directores de Sagitario afirmaron haber descubierto una “nueva España” diferente a “ la España clerical y autoritaria” de la dictadura de Primo de Rivera (Sagitario, vol. I, año I, nro. 2, 1925: 254), mientras que los escritores de El Estudiante buscaron reivindicar esa imagen diferente de España frente sus interlocutores argentinos a quiénes tomaron como referentes intelectuales para contraponer a la “casta de «intelectuales» dormilones y «polimomios»” que imperaban en las tertulias españolas (El Estudiante, I, (1ra. época) nro. 8, junio, 1925: 13).

         Si bien el estudio de las proyecciones de la reforma universitaria argentina en el resto del continente americano ha sido objeto de varias investigaciones[1], el tema de las vinculaciones entre los representantes de ese movimiento y los universitarios e intelectuales españoles no ha sido desarrollado con profundidad[2].

De este modo se busca demostrar la hipótesis de que entre las juventudes universitarias representadas en las revistas El Estudiante y Sagitario se operó una transferencia cultural positiva a través de una reinterpretación de la imagen de una “nueva España” que posibilitó encarar las relaciones hispanoamericanas en un sentido progresista. Ese intercambio se generó gracias a una identificación generacional entre grupos estudiantiles hispano-argentinos que experimentaban un proceso de radicalización ideológica.

Sagitario y El Estudiante.

Si bien la aparición de estas revistas se dio de manera casi simultánea los contextos universitarios en los que surgieron eran muy diferentes. Este hecho ayuda a entender los contrastes entre ambos propósitos editoriales.

La revista Sagitario se incluyó dentro de un numeroso grupo de publicaciones argentinas que, en la década del veinte, exploraron el terreno de las ideas y prácticas estético literarias y pensamiento político filosófico (Lafleur,  Provenzano y Alonso 2006: 122). Dentro de ese campo sobresalió por la presencia de destacados colaboradores del ámbito nacional como Alfredo Palacios, Jorge Luis Borges, Francisco Romero, Raúl Orgaz, Alberto Rouges, Ezequiel Martínez Estrada, entre otros. Asimismo del ámbito americano sobresalieron las firmas de José Vasconcelos, Baldomero Sanín, Juan Carlos Mariátegui, Rául Haya de la Torre, junto con un grupo de exiliados peruanos que se encontraban en la Argentina desterrados por la dictadura de Augusto Leguía entre los que figuraron Eudocio Ravines, Oscar Herrera, Esteban Pavletich y Luis Heysen. Asimismo entre las publicaciones de la época, Sagitario fue la que más se destacó por la presencia de colaboradores españoles (Pereyra 1995), entre los que figuraron Luis Jiménez de Asúa, Gregorio Marañón, Julio Álvarez del Vayo, Augusto Barcia, Ángel Dotor, Guillermo de Torre y Wenceslao Roces.

Con el propósito de dar registro a las modernas tendencias del pensamiento los editores plantearon un doble imperativo: primero la revisión completa y radical de los valores que hasta diez años aquilataban los pueblos y simultáneamente la formación de un “repertorio de ideas claras y firmes” capaces de nutrir la vida de una época (Sagitario, t. I, año I, nro 1, mayo- junio 1925: 8). Sin embargo, a medida que se desarrollaron sus páginas logró ser más que eso al constituirse en un espacio de crítica y de elaboración de proyectos desde el cual los autores decidieron incursionar en el ámbito de la política partidaria. Para ello los autores contaban con experiencia de la militancia en el movimiento de la reforma universitaria, ello les proporcionaba tanto un discurso generacional de identificación intelectual como un compromiso de lucha en el cumplimiento de los ideales de la reforma que aún no estaban cumplidos, especialmente en lo que refería a la dimensión social de esas demandas[3].

Distinta era la situación en el escenario español en el que nació El Estudiante, en España la dictadura de Primo de Rivera había generado un duro enfrentamiento entre el gobierno y un sector del mundo intelectual que era opositor a ese régimen (Queipo de Llano 1988: 17). Paralelamente se impusieron duras restricciones a la libertad de expresión, circunstancia que condicionó en reiteradas ocasiones la vida de la revista, cuyos artículos eran prohibidos o recortados por la censura. En ese contexto el semanario nació en un ambiente conservador como la universidad de Salamanca, bajo la dirección de Wenceslao Roces y Suárez, catedrático de Derecho Romano de esa casa de estudios. En su primera etapa, la revista contó tanto con la colaboración de destacados intelectuales como Adolfo Buylla, Luis de Zuleta, Luis de Santullano, Gustavo Pittaluga, Ramón del Valle Inclán, Leopoldo Alas Arguelles, Américo Castro, Gregorio Marañón, Enrique Martí Jara, Fernando de los Ríos, Fernando Felipe, Rodolfo Llopis y Luis Araquistain, así como la de jóvenes universitarios que hacían sus primeras incursiones en el mundo de las letras. Estos últimos cumplían la función de representar a la revista frente al público universitario a la vez que actuaban como corresponsales en distintas ciudades españolas[4].

Frente al panorama que les imponía la dictadura y al apoliticismo que imperaba entre el estudiantado español, estos escritores aspiraron a que El Estudiante:“…sea el laboratorio y el hogar de una España mejor, la fragua que temple el alma de nuestras juventudes, de donde salgan las nuevas generaciones capaces de modelar un pueblo con vida social orgánica de esta triste masa amorfa que es hoy como ayer nuestro país”(El Estudiante, año I, (1ra época), nro. 1, 01/05/1925)

          La vinculación entre ambas revistas se evidenció desde el principio en un intercambio de saludos entre ambas empresas editoriales, pero más a allá de esto la relación siguió activa en una comunidad de temas y colaboraciones compartidas. El primer punto de unión fue el tema de la reforma universitaria. En esa materia los estudiantes españoles criticaban una serie de obstáculos para su implementación tales como: el perfil de formación profesional y el carácter clientelar del sistema educativo (García de Diego,"Sed jóvenes", El Estudiante, I, 1ra ép., nro. 1, 01/05/1925; Roces 1925, "Balada del pobre catedrático universitario" (con estrambote), El Estudiante, I, 1ra ép., 01/05/1925, nro. 1 y Pittalluga (1925),"Qué es una universidad", El Estudiante, I, 1ra época, 24/05/1925, nro. 5), la apatía y el adormecimiento de la clase escolar[5], la falta de renovación intelectual y científica (El Estudiante, I, 1ra ép, 01/05/1925, nro. 1), insuficiencias de recursos estatales en el presupuesto educativo (Criado y Manzano 1926, “Pauperismo Cultural”, El Estudiante, II, 2da ép., nro. 5, 03/01/1926) deficiencias del sistema de “oposición” para la renovación de cátedras (El Estudiante, I, 1ra ép., nro. 3, 17/05/1925) y principalmente el tema de la libertad de enseñanza. Esta última cuestión hacía referencia al proyecto oficial de dar reconocimiento a la educación impartida en centros de enseñanza privados de carácter confesional[6]. Es importante señalar que estos reclamos fueron antecedentes de las protestas que movilizaron el conflicto estudiantil en 1928 a raíz del intento de reforma a cargo del ministro de educación Eduardo Callejo[7].

 Sin embargo entre 1925 y 1926 la recepción del estudiantado español estaba aún lejos de hacerse eco de estas demandas, es por ello que frente a un panorama universitario que juzgaban apático y atrasado los escritores de El Estudiante tomaron como referencia al movimiento estudiantil argentino:


“Los únicos que podrían turbar un poco esta dulce siesta del hidalguido raído serían los estudiantes; pero para éstos —y razonablemente, tal como hoy están las cosas— la Universidades es estación de ruta; sólo van allí a coger, lo más aprisa posible, el "aprobado", para seguir adelante. (…) La juventud estudiantil española, si tiene un poco de conciencia de su misión, laborará tenazmente hasta imponer la medida libertadora, como impusieron con valiente gusto las juventudes libres de la Argentina.” (Roces 1925, “Libre docencia”, El Estudiante, II, 2da. ép, nro. 5, 03/01/1926).

Desde el lado argentino el reconocimiento de El Estudiante fue respondido con otro semejante en el que se señalaba el valor de ese testimonio como representante de una voz progresista dentro de un panorama español al que se juzgaba reaccionario:


“…no sin intensa satisfacción un órgano de publicidad puesto al servicio de los ideales de la nueva generación argentina, puede ver ratificados por la opinión madura de un profesor exponente del pensamiento nuevo de España, como el señor Roces, los postulados con que la juventud universitaria de la Argentina promovió e hizo triunfar el gran movimiento de la Reforma Universitaria” (Sagitario, II, año II, 5, enero- marzo 1926: 245).

Sin embargo, esto no implicaba que los estudiantes de la Argentina estuvieran conformes con la situación universitaria. Allí el problema no era el de la apatía estudiantil sino el de los cuestionamientos sobre la de implementación la reforma; de este modo en Sagitario se denunciaban las acciones contrarreformistas estrictamente universitarias como la falta de publicidad de los actos académicos (Gabriel del Mazo (1925), Sagitario, I, 1, junio)  o la falta de renovación de las autoridades (Sagitario, II,  8, jul- agosto, 1927). En un nivel más amplio figuraron las críticas contra los obstáculos que impedían cumplir con el destino americanista de la reforma, es decir, el imperialismo de los Estados Unidos, el militarismo y la presencia de regímenes conservadores en América. Estos temas eran los que conectaban a la revista con las publicaciones y autores de una red de pensadores de izquierda de los años veinte (Devés Valdés, 2000). Asimismo las críticas al militarismo se extendían más allá del suelo americano pues se denunciaba también el avance de la derecha en el panorama de la posguerra europea especialmente en España[8]

Sin embargo, en ambos grupos el tema de la implantación o de la implementación de la reforma dio pie a cuestionamientos que excedían los asuntos estrictamente académicos; en este sentido el tema sobre el rol del intelectual universitario frente a la cuestión social y el de su intervención en política fueron dos cuestiones en las que es posible encontrar similitudes y correspondencias.

El planteo de la cuestión social fue uno de los tópicos recurrentes en las páginas de Sagitario, en los varios escritos que se dedicaron a este tema se observa una crítica hacia la universidad como instrumento de un régimen económico y social, llamado a veces liberalismo o estado capitalista, considerado como injusto[9]. En un artículo de Julio V. González titulado “Extensión universitaria” se puede leer el contenido de esa crítica en términos resumidos:


”Los programas de enseñanza y los puntos de investigación, cuando los hay, se mantienen rigurosamente dentro del concepto fetichista del Estado, de la propiedad privada, del monopolio de los bienes de producción, de la explotación del trabajo, manteniéndose así la universidad como el sostén de las clases beneficiarias del poder” (Sagitario, vol. III, II, 7, oct.- nov., 1926: 29-44).”

           En base a este problema genérico los autores denunciaron los distintos males aún no resueltos de la universidad “burguesa” y plantearon soluciones al respecto. La universidad aparecía así como expendedora de títulos, de espaldas a los intereses de la masa social y formadora de profesionales sin sentido de cultura. Como contrapartida las propuestas del cambio enfatizaban en la necesidad de profundizar una auténtica extensión universitaria y de reformular los programas de enseñanza de las ciencias sociales y jurídicas al servicio de las cuestiones sociales (Cosco Montalvo, 1926, Sagitario, vol. II, II, 6). En este sentido, resulta interesante el llamamiento de Carlos Sánchez Viamonte a abandonar los esfuerzos estériles de reformar la universidad oficial para en su lugar formar una universidad nueva fruto de la asociación libre y espontánea de los universitarios e independiente de la influencia del Estado individualista y de la intriga politiquera (Sánchez Viamonte 1926, Sagitario, vol. II, II, 6: 390- 395).

Paralelamente, la crítica social y las aspiraciones de extender los planteos de reforma fuera de la universidad fue un tema de preocupación para los escritores de El Estudiante. En esa materia también pretendieron ser émulos de los argentinos y señalaban que “bien a diferencia de lo que en las nuestras acontece, en las Universidades de la América Latina —las mismas páginas de «Sagitario» lo proclaman como título de gloria—se ha localizado el gran movimiento de reconstrucción social” (El Estudiante,  I, 1ra ép., julio 1925, 10). Es interesante notar que el uso de la imagen de ejemplaridad atribuida al movimiento estudiantil argentino se utilizaba casi siempre como una especie de provocación en contraste con la pasividad del movimiento español. El empleo de esta representación, se lee especialmente en otro artículo titulado "Significado social de la reforma universitaria" referido a un trabajo de Julio V. González en el que el director de Sagitario hacía un recorrido sobre la idea social en el devenir de la reforma:


“En una juventud bien distante de esta falsa «juventud» de nuestras falsas Universidades: páramo de señoritismo, de haraganería, de hastío mortal, pasto de jesuitas y prostíbulos. (…) En los linderos de las aulas, los ideales interiormente universitarios cedieron, pues, ante los ideales generales del pueblo, encendidos en la conciencia colectiva; y la repudiación revolucionaria de los dogmas de orden y de autoridad, proclamada dentro de la Academia, trasciende ahora a postulado del pueblo todo y a grito de combate contra oligarquías y despotismos. (…)
Esta identificación de ideales entre el estudiante y el obrero, acicate de una lucha común, sellada por cinco años de persecuciones y de luchas comunes, es una de las enseñanzas más luminosas del movimiento estudiantil argentino.” (El Estudiante, año I, 1ra ép., 13, julio 1925)

 En ese artículo se resaltan los ideales del movimiento argentino que generaron inspiración en El estudiante y que tuvieron cada vez más impronta en las páginas de esa publicación: la idea de la universidad como laboratorio del pensamiento para el cambio social y la redefinición del papel del estudiante/intelectual en relación a la clase obrera. Estos planteos, presentes durante la etapa salmantina, fueron ganando relevancia en la segunda época de la revista en la medida en que se fue dejando de lado el tono más reformista de los primeros escritos por otro cada vez más combativo en contra de la dictadura.

El cambio en la dirección se debió a las dificultades de Roces y del grupo editorial de llevar adelante la revista en un contexto hostil caracterizado por la censura militar, presente desde el primer número, y la falta de ambiente en una ciudad como Salamanca donde el tradicionalismo y los valores más conservadores eran dominantes (Francisco de Luis 1994: 294). La conducción fue delegada en Rafael Giménez de Siles, uno de los corresponsales de Madrid, allí la revista llegó a publicar trece números que contaron con los aportes de José Antonio Balbontín, Álvaro Albornoz, Ángel Ossorio y Gallardo, José Vasconcelos, Alfredo Palacios, Ramón del Valle Inclán entre otros. Asimismo la revista contó con una nómina de colaboradores que incluía a los principales nombres de la intelectualidad española, en ese sentido figuraban Alberti, Álvarez del Vayo, Araquistain, Azaña, De los Ríos, Domingo, Negrín, Ortega y Gasset y Unamuno, entre otros.

Sin embargo lo que interesa destacar en este estudio es el cambio en el tono ideológico de la publicación cada vez más radical en sus aspiraciones de cambio social y de “despertar conciencias” en el aletargado ambiente estudiantil español. Varios puntos sobresalen en este aspecto, en primer lugar se observa un progresivo llamado a la acción política por medio de una crítica al intelectual tradicional quienes según denunciaban tenían ya intereses de clases constituidos, intereses gremiales que los incapacitan para toda cruzada de redención social[10]. En segundo lugar, la redefinición del concepto de intelectual se realizó desde una ampliación del concepto del estudiante, más allá del discurso de incluir al intelectual como obrero del pensamiento[11]. Simultáneamente se lo consideró también al obrero como estudiante en base a que el deseo de saber, curiosidad por la ciencia, el arte y la política, (que) hacen al estudiante.  Se encuentra éste en el obrero[12]. En este sentido los autores, si bien criticaron el carácter asistencialista y deficiente con el que se practicaba la extensión universitaria[13], reconocieron la labor de aquellos centros de capacitación cultural que promovían la unión entre intelectuales y obreros tales como La Escuela Nueva de Núñez Arenas[14]. En tercer lugar, tanto en el enfoque socialista que se planteaba en los distintos artículos así como en la difusión de las obras clásicas de autores marxistas, la revista contribuyó a actualizar la oferta ideológica del campus universitario madrileño influido en gran parte por asociaciones estudiantiles de confesión católica como la Asociación de Estudiantes Católicos. Finalmente, realizaron un diagnóstico sobre los problemas de España, en base a la modificación de los regimenes de propiedad[15].

Paralelamente este cambio de tono fue advertido en Sagitario, en donde se publicó una reseña sobre la reaparición de El Estudiante en la que se denunciaba la censura que debía afrontar ese periódico estudiantil:


“Después de un breve descanso, el grupo que más honra en estos momentos a España, (…) vuelve a la brecha y sigue la ruda lucha emprendida (…) contra dictadorzuelos que afrentan a la cultura y que lesionan los más elementales principios de verdad. (…)
Sigan hasta donde puedan los dictadores, los representantes de la España digna, para América y para los hombres libres, no están en los ministerios, están en El Estudiante; están por sobre las miserias dictatoriales.
Con el nuevo espíritu toda nuestra solidaridad!”[16].

Por lo tanto, se interpreta que la afinidad entre ambas revistas se debió principalmente a una identificación generacional caracterizada ideológicamente en posiciones de izquierda. Al respecto los redactores de Sagitario se identificaban como miembros de una nueva generación caracterizada por la solidaridad obrero- estudiantil, un compromiso con la cuestión social y una identificación que compatibilizaba la condición de intelectuales universitarios con los intereses del “pueblo”. Según Juan Carlos Portantiero la teoría de la “joven generación” nació como teorización de la experiencia política al inicio de la militancia por la reforma, cuando la causa estudiantil recibió el apoyo de los sectores obreros y, aún antes de estos episodios fue ayudada por el clima ideológico de la época, que permitía descubrir la “cuestión social” como problema clave iluminado por la Revolución Rusa[17]. En similitud con estos enfoques los jóvenes de El Estudiante representaban a un grupo generacional, denominado según Víctor Fuentes (2006) como la “otra generación del 27”, porque a diferencia de la generación del 27 (también conocida como generación de la pureza) manifestaron un fuerte deseo de intervenir en la vida pública, y optaron, en materia estética, por el estilo literario de la novela social. Asimismo, este grupo fue pionero en introducir un análisis marxista en el movimiento estudiantil español y establecer la conexión entre cuestiones universitarias y cuestiones políticas[18]. Por otro lado, ambas revistas pertenecían al ambiente universitario y sus autores provenían de la pequeña y mediana burguesía[19]. Paralelamente compartieron admiración por los mismos referentes intelectuales, en ese sentido Miguel de Unamuno, Alfredo Palacios, José Vasconcelos fueron los principales maestros espirituales que figuraron en sus escritos. Por último, en ambos casos se manifestó un fuerte deseo de intervenir en la vida pública, así desde la revista argentina puede leerse un llamado por el que se instaba a: “Que la Nueva Generación abandone su desprecio olímpico por la política y se mezcle en la brega, aunque manche con lodo la inmaculada pureza de su túnica[20]. Tales llamamientos se repetían en la publicación madrileña ello se explica, tal como ha señalado Fuentes (2006), porque este grupo vivió la catástrofe de Annual como un episodio de resonancia nacional similar al desastre del 98, y que ello implicó para algunos la convicción de que había que trasformar el estado oligárquico español[21].

Por lo tanto a través de estas experiencias periodísticas estos grupos juveniles experimentaron un proceso de radicalización ideológica que en ambos casos comprometió a sus actores a intervenir directamente en la acción pública. De este modo, en el caso argentino los escritores de Sagitario promovieron la creación de un partido, denominado Partido Nacional Reformista, para representar a los ideales del movimiento reformista en el contexto de crisis política que experimentaba la Argentina durante la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen[22]. Paralelamente los principales miembros de la redacción de El Estudiante se destacaron como lideres estudiantiles en las protestas que contribuyeron al fin de la dictadura y posteriormente como activos propagandistas a favor de la II República[23].

Hispanoamericanismo juvenil. Imágenes y representaciones de las “juventudes americanas” y de la “nueva España”

Esta afinidad de pensamientos se dio en medio de un redescubrimiento entre ambos grupos estudiantiles quienes pretendieron encauzar de un modo progresista las relaciones entre sus respectivos países. De este modo sus críticas y propuestas de intercambio representan discursos alternativos dentro de los debates identitarios en torno al tema del hispanoamericanismo. En este sentido es interesante notar que para el caso argentino ese interés por España tuvo visos de novedad y que la valoración por los temas de la península se dio gracias a la mediación de El Estudiante:


“Hablando con franqueza, España no nos interesaba hasta el momento presente. (…)La de Unamuno comenzó a interesarnos y la que asoma ahora, revelándose en la obra juvenil y universitaria, nos ha conquistado definitivamente (…). Cada vez que llega un número de “El Estudiante”, lo leemos con irreprimible emoción. En ese noble periódico (…) hemos descubierto una España que no conocíamos y ¿porqué no decirlo?- que no sospechábamos[24].

Por lo tanto, en la lectura de ambas revistas se puede observar una redefinición del concepto de Hispanoamérica en el que sobresalieron algunas características. En primer lugar, la formación de un doble imaginario con el que ambos grupos juveniles se identificaron como interlocutores. Como ya se ha reflejado en los testimonios citados, para los argentinos los españoles de El Estudiante eran vistos con admiración como grupo minoritario dentro de España en cuanto encarnaban un ideal de compromiso en el marco de una dictadura autoritaria, a la vez que se los rescataba como representantes del pensamiento nuevo en España. Por otra parte, para los españoles los universitarios argentinos eran reconocidos como precedentes y modelos en el de reforma educativa y de extensión social del movimiento estudiantil fuera de las aulas[25].

En segundo lugar, ambos grupos denunciaron la presencia de un falso hispanoamericanismo, relacionado con la política exterior de la dictadura respecto a América, al que criticaban por sus contenidos comerciales y políticos ajenos al verdadero intercambio espiritual del que estos grupos se consideraban partícipes. Así desde El Estudiante se aludía a la presencia de un verdadero hispanoamericanismo como “un ideal idealista de humanidad, que difícilmente podrán comprender los mercaderes de la política y de las letras que han hecho del americanismo pabellón de su marina mercante[26]”. Paralelamente desde Sagitario las denuncias en contra del falso intercambio con España por lo general iban en contra de los distintos defensores del régimen de Primo de Rivera (en especial en la persona del embajador español Ramiro de Maeztu[27]) pero también en el nivel cultural en contra de aquellos intelectuales de la generación del 27 que se arrogaban un protagonismo en la polémica por el “meridiano intelectual de Hispanoamérica”[28].

En tercer lugar, estas críticas eran acompañadas de propuestas alternativas sobre cómo implementar una relación de genuino intercambio. Así por ejemplo, en El Estudiante un artículo del uruguayo Oscar Cosco Montalvo planteaba la necesidad de implementar la reforma universitaria en su país tomando como ejemplo el compromiso del estudiantado argentino, a la vez que invitaba a los españoles a participar del intercambio intelectual realizado entre Uruguay y la Argentina[29]. De este modo, se advierte la presencia de una red de temas y personajes en común, ya que Cosco Montalvo era a su vez colaborador de Sagitario y el intercambio al que refería en su artículo de El Estudiante había sido reseñado en Sagitario a raíz de la participación de Sánchez Viamonte, Carlos Américo Amaya y Pedro Verde Tello en esa iniciativa[30].

El intercambio estudiantil también fue alentado desde El Estudiante mediante el apoyo hacia la Federación de Estudiantes Hispanoamericanos. Esta asociación tenía como antecedente a la Juventud Hispanoamericana fundada en Madrid en 1919 como plataforma de estudiantes americanos residentes en España y posteriormente dio lugar a la más activa Federación Universitaria Hispanoamericana, regida por el patronato de Estudiantes Hispanoamericanos, éste creado dentro de la Unión Iberoamericana[31]. En este sentido, El Estudiante informó sobre sus autoridades y dedicó a Manuel Pulido, un estudiante venezolano exiliado del gobierno de Juan Vicente Gómez, al seguimiento de sus actividades[32].

Sin embargo, también se advirtieron las faltas de condiciones para poder realizar este ideal de acercamiento. El principal de estos obstáculos era la dictadura y la incompatibilidad entre la imagen progresista que se pretendía exportar hacia América y la reaccionaria que emanaba de los representantes y discursos oficiales. Ese contraste se evidenciaba en un artículo de El Estudiante titulado "El único hispanoamericanismo y su actual imposibilidad", en donde se señalaba cómo debían ser la imagen de la nueva España que debía imperar en la política del hispano-americanismo: Consistirá en hacerles oír una España rica en valores espirituales. Un país de dignidad civil, de sensibilidad contra la injusticia. De empuje intelectual. Un país de libertad, donde se respetara el derecho y no se vejara al ciudadano.(…)  aunque en contrataste se advertía que:


Las repúblicas de América tendrán, por los representantes que España les envía, triste idea, pero exacta de cómo en nuestro mundo oficial se cultiva el hispano-americanismo. Esos Embajadores se sienten siempre más embajadores de Su Majestad que no de las inquietudes de la nación española. Reflejan así el medio en que viven y de donde proceden. Es un medio de mentira patriótica, de necia creencia en la superioridad nacional. Un medio que aplaude toda violencia autoritaria, lleno de encono contra la democracia de santo odio a la inteligencia, de «chamorrismo» y chabacanería.[33]

Otros inconvenientes provenían de la deficitaria infraestructura de las comunicaciones, así en 1926 se tendió el primer cable telegráfico entre España y la península[34]. Ello daba lugar a demoras en la información y desconocimientos sobre los hechos americanos. En este sentido si bien El Estudiante no estuvo exento de algunas impresiones, como confundir la nacionalidades de Carlos Sánchez Viamonte y de Haya de la Torre, se destacó en difundir noticias sobre los acontecimientos de los países americanos entre el público universitario español que se encontraba hasta entonces ajeno a este tipo de informaciones.

Esa falta de condiciones hacía que en la práctica el hispanoamericanismo afín a estas juventudes se diera por redes informales de sociabilidad en las cuales algunos intelectuales desempeñaron el papel de mediadores culturales. En el marco de este estudio es necesario destacar los casos de Alfredo Palacios, Luis Jiménez de Asúa, Mario Sáenz quienes intermediaron entre las juventudes universitarias llevando mensajes de solidaridad en los viajes que realizaban con fines académicos. En este sentido resulta paradigmático el mensaje de Alfredo Palacios, quien era por entonces decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y considerado uno de los “maestros de la reforma”, dirigido a los “Jóvenes universitarios de Iberoamérica” en el que alentaba la propuesta de trazar las líneas directivas de una confederación iberoamericana[35]. Prueba de la labor mediadora de este mensaje fue la amplia repercusión que contó entre los círculos estudiantiles tanto de España como de América y que, asimismo, fue considerado en las páginas de El Estudiante como un ejemplo representante del verdadero hispanoamericanismo[36].

Por su parte Luis Jiménez de Asúa fue colaborador de la revista Sagitario y reconocido públicamente como guía espiritual en las páginas del El Estudiante. En la década del veinte realizó tres viajes a la Argentina en 1923, 1925 y 1929 en esas oportunidades se desempeñó como conferenciante en las universidades de Buenos Aires, La Plata, Córdoba y Rosario. En estos viajes pudo ejercer una función mediadora a doble escala. Así frente a los auditorios argentinos, además de disertar sobre su especialidad en ciencia penal, actuó como propagandista de una versión progresista del hispanoamericanismo propia de los opositores al régimen de la dictadura[37], y paralelamente de regreso a España difundía las impresiones de sus viajes especialmente entre las juventudes universitarias entre las cuales gozaba de gran popularidad. Es interesante notar el contenido de esa transferencia pues coincide con la representación del alumnado argentino que figura en las páginas de El Estudiante en cuanto que resaltaba el activismo y participación en la vida universitaria en contraste con la apatía reinante en los claustros españoles[38].

         Finalmente la visita de Mario Sáenz, decano de la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, como conferenciante en la Universidad de Madrid en 1925, ejemplifica tanto los ambientes de sociabilidad en los que se operaban esas transferencias culturales y así como las dificultades que acompañaban esos encuentros, pues la censura oficial se mostró estricta respecto a la trasmisión y difusión de las actividades del catedrático[39]. Sin embargo pese a estas restricciones en las páginas de El Estudiante se pudo publicar una crónica de la estadía del profesor porteño en la que se destaca su función mediadora a favor del rescate de la nueva España:


 “Mario Sáenz dijo en su discurso la visión de esta España de hoy y la que en su juventud alborea y prometió que a su regreso a la Argentina iniciaría una campaña para comunicar a la intelectualidad de su país las impresiones de estas horas vividas a nuestro lado y para interesarla en nuestras luchas y en nuestros afanes.[40]

Consideraciones Finales

Más allá de las distintas circunstancias que rodearon la vida de El Estudiante y de Sagitario se pudo establecer un diálogo basado en una identificación generacional y en un mismo proceso de radicalización ideológica que experimentaban los grupos estudiantiles de esas publicaciones. En este sentido, las críticas que realizaron hacia la universidad fueron el punto de partida para abordar cuestiones más profundas como la redefinición del papel del intelectual como agente para operar el cambio social, los cuestionamientos de las estructuras de propiedad y de la educación superior como una herramienta funcional a un determinado orden económico.

Paralelamente esta identificación favoreció una reinterpretación de las relaciones hispanoamericanas. Por un lado los estudiantes españoles buscaron proyectar hacia América una imagen progresista de España como un modo de acercamiento y de búsqueda de solidaridad en las juventudes argentinas en el marco de aislamiento que afrontaban los jóvenes de El Estudiante en su lucha en los medios universitarios y contra la dictadura. Por su parte en Sagitario, el descubrimiento de una “nueva España”, gracias a la mediación de El Estudiante, se manifestó en un mayor interés por los acontecimientos y la producción cultural de la intelectualidad hispana que era contestaria al régimen. De este modo el caso estudiado ejemplifica una transferencia cultural positiva dentro del imaginario hispanoamericanista de signo progresista que conservó su vigencia aun en años posteriores al periodo estudiado. Así estas aproximaciones ayudan a entender tanto las solidaridades de un sector de la intelectualidad argentina hacia el proyecto de la II República como los antecedentes de la radicación de intelectuales españoles en la Argentina a raíz del exilio que se generó con motivo de la guerra civil española.


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Notas

[1] La proyección continental del movimiento universitario iniciado en Córdoba quedó documentada desde sus inicios por Del Mazo, Gabriel (comp.) (1926), La reforma Universitaria. Tomo VI  Documentos relativo a la propagación del movimiento en América Latina (1918- 1927), Bs. As., Círculo Médico argentino y Centro de Estudiantes de Medicina, pp. 5- 456. Asimismo el estudio de Portantiero, Juan Carlos, (1978), Estudiantes y política en América Latina 1918- 1938, Bs. As., Siglo XXI, se ha convertido en un referente para la investigación del tema que paralelamente ha sido tratado desde congresos universitarios  en Borrero, Alfonso (1994), “La universidad latinoamericana. La reforma de Córdoba”, en Simposio permanente sobre la Universidad, Sexto seminario general (1992-1994), Santa Fe de Bogotá, Asociación colombiana de universidades, y en artículos especializados como el de Bergel, Martín, (2007) “Latinoamérica desde abajo. Las redes universitarias de la reforma universitaria.” disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/libros/grupos/reforAboit/17bergel.pdf y Bergel Martín y Ricardo Martínez Mozzola (2010), “América Latina como práctica. Modos de sociabilidad intelectual de los reformistas universitarios (1918-1930) en: Carlos Altamirano (dir.) (2010), Historia de los intelectuales en América Latina II. Los avatares de la ciudad letrada en el siglo XX, Bs. As., Kat z Ed., pp. 119- 145.

[2] Si bien las vinculaciones entre españoles y argentinos en la coyuntura de la reforma y la dictadura primorriverista no han sido trabajadas de modo exhaustivo, el tema ha sido tratado en el contexto de los estudios de la reforma universitaria; entre estos trabajos se destacan las investigaciones de Biagini, Hugo (1992) Historia ideológica y poder social, T. II, Bs. As., CEAL; Biagini, Hugo (Comp.) (1999), La Universidad de La Plata y el movimiento estudiantil. Desde sus orígenes hasta 1930. La Plata, UNLP y especialmente en Biagini, H. “La Reforma Universitaria entre España y la argentina (1990/1930)” publicado en la revista Desmemoria, nro. 3 nov/dic. 1995- enero 1996, Bs. As.; en donde se reseñan las situaciones, corrientes de pensamiento, entidades y figuras de origen español que resonaron en las ideas y accionar  de los líderes estudiantiles argentinos. Recientemente se han hecho alusiones a estos contactos en la tesis publicada por Graciano, Osvaldo Fabián (2008), Entre la torre de marfil y el compromiso político. Intelectuales de izquierda en la Argentina. 1918- 1956, (1ra ed.), Bs. As., Universidad Nacional de Quilmes. Por otra parte, el estudio de estos contactos a partir de las revistas fue trabajado por Vázquez, Karina, (2003), “De la modernidad y sus mapas. Revista de Occidente y la Nueva Generación en los años veinte”, Revista de Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Universidad de Tel Aviv, vol.14, nro. 1,  enero- junio. Paralelamente los contactos entre los intelectuales estudiados han sido registrados por sus protagonistas; entre los testimonios españoles de mayor relevancia figuran: Augusto Pi Suñer, Augusto (1919) “Influencia del movimiento Argentino en las Universidades Españolas” recopilado por Cuneo, Dardo (comp.), (1978), La Reforma Universitaria, Caracas, Ayacucho, pp.155- 156 y Augusto Pi Suñer, Augusto (1919b) “Estado Cultural de España”, Revista de la Universidad Nacional de Córdoba, nro 6, oct. 1919, pp. 300- 322;  Luis Jiménez de Asúa (1927), Luis, Política,  figuras y paisajes, Madrid, Historia Nueva, y (1930) Al servicio de la Nueva generación, Madrid, Javier Morata editor; Roces Wenceslao (1926), “La reforma universitaria argentina, ejemplo en España” en Gabriel del Mazo (compl.) La reforma… op cit.; Adolfo Posada (1926), Pueblos y campos Argentinos, Madrid, Caro Regio, ed.; finalmente el intercambio de mensajes entre los estudiantes hispano argentinos fue registrado en el libro de López Rey (1930), Los estudiantes frente a la Dictadura, Madrid, Javier Morata.

[3] Siguiendo el planteo de Joaquín Brunner (1990), el movimiento de la reforma tuvo en América Latina, un papel fundamental en la consagración de los estudiantes en la categoría de intelectuales, en la medida en que sirvió de vehículo para una nueva generación mesocrática que buscaba a través de la reforma encontrar su propia identidad en medio de sociedades que hacían aceleradamente el tránsito desde la hegemonía oligárquica hacia la constelación cultural moderna. Cf. Brunner, J. Joaquín, (1990) Educación superior en América Latina: Cambio y desafíos, Santiago de Chile, F.C.E, pp. 38 y ss.

[4] En este sentido figuraron Salvador María Vila, Ángel Santos Mirat y Rafael Giménez de Siles en Madrid; José Díaz Fernández, en Gijón; José A. Satalices en Valladolid, entre otros José Serrano, en Oviedo; Manuel Ruiz Villa, en Santander: Ángel Révilla, en Lugo; Miguel González, en Málaga y José Costero y José Gutiérrez, en Zaragoza.

[5] Varios artículos hacen referencia a la falta de compromiso del estudiantado español entre los principales véase: José A. Santelices (1925), “Movimiento escolar", El Estudiante, año I, (1ra época), nro. 3, 17/05/1926, Salamanca. Para la etapa madrileña véase especialmente: "Al reaparecer", El Estudiante, año I, (2da. época), nro. 1, 07/1925, Madrid.

[6]Véase E. Alarcos (1925), “Hacia la regeneración”, El Estudiante, año I, (1ra época), nro. 2, 10/05/1925, Salamanca; A.M.D.G (1925),  “Libertad de enseñanza”, El Estudiante, año I, (1ra época), nro. 6, 06/1925, Salamanca.

[7] Sobre las protestas estudiantiles véase el testimonio de Manuel Tagueña Lacorte (1973), Testimonios de dos Guerras, México, Oasis y el análisis de Queipo de Llano, Genoveva (1997), “La rebelión de los estudiantes y la movilización intelectual contra la Dictadura (1929)”, Boletín de la Real Academia española de la Historia, t. CLXXXIV, Cuaderno II, Madrid, pp. 235- 314.

[8] Sobre las críticas a la situación española véase: Pedro Verde Tello (1925), "El canto del cisne. Intelectualismo justificador", t. I, Año I, nro. 3, sep- oct, La Plata: Punyet Alberti (1926), “Universidad y pensamiento- La cuestión social”, Sagitario, t. II, Año II, nro 6, Abril- Agosto, La Plata; "España y su embajador indeseable", Sagitario, t. III, Año III, nro 10- 12, nov.- dic., La Plata.

[9] Entre los principales artículos referidos a la cuestión social véase: González, Julio V., (1926) “Extensión universitaria”, Sagitario, t. III, año II, nro. 7, oct.- nov., La Plata, 1926, pp. 29-44

[10] “Estudiantes e intelectuales”, El Estudiante, año II, (2da época), 1926, nro. 6, Madrid.

[11] Juan de Antequera (1926), “Una réplica más sobre los estudiantes y la política”, El Estudiante, año II, (2da época), nro. 8, 24/01, Madrid.

[12] "Lo que entendemos por estudiante", El Estudiante, año II, (2da época), 03/01/1925, nro. 5, Madrid.  

[13] “Estudiantes y obreros”, El Estudiante, año I, (1ra época), julio 1925, nro. 13, Salamanca.

[14] "La labor de la Escuela Nueva", El Estudiante, año I, (2da época), 2712/1925, nro. 4, Madrid.

[15] “Las efemérides de hoy”, El Estudiante, año II, (2da época), 11/02/1926, nro. 9, Madrid.

[16] “El Estudiante (Segunda época)”, Sagitario, t. II, año II, nro. 5, enero- marzo 1926, La Plata, p. 296.

[17] Carlos Portantiero (1978), Estudiantes…op. cit., p. 77.

[18] Sus exponentes se reunían en el Café Savoia de Madrid, entre los más destacados figuran: José Díaz Fernández. Joaquín Arderíus, Rafael Giménez Siles, José Venegas, Juan de Andrade y José Antonio Balbontín. Cf. Gómez, María Teresa (2005), El largo viaje… op. cit. p. 108. y ss. Y Queipo de Llano, Genoveva (1988), Los intelectuales…op. cit. p. 359- 360.

[19] Gómez, María Teresa, (2005), El largo viaje… op. cit.  p. 108.

[20] “Política” Sagitario, t. III, año II, Nro. 7, oct.- nov. 1926, La Plata, p. 7- 8.

[21] Fuentes, Víctor (2006), La Marcha del pueblo…op. cit. p. 55.

[22] La creación del partido fue anunciada en González, Julio V. (1927), “El partido Nacional reformista” Sagitario, t. III, año II, nro. 9, sep.- oct., La Plata,  pp. 442- 447.

[23] En este sentido sobresalió el accionar de Juan Antonio Balbontín; Graco Marsá y Rafael Gimenez de Siles.

[24] “España la Nueva. El Estudiante”, Sagitario, t. I, año I, nro. 2, julio- agosto 1925, La Plata, pp. 253 y 254.

[25] "Significado social de la reforma universitaria", El Estudiante, año I, (1ra época), nro. 13, julio 1925, Salamanca.

[26]“América”, El Estudiante, año I, (1ra. época) nro. 2, 10/05/1925, Salamanca.

[27] Verde Tello, Pedro, “El canto del Cisne. Intelectualismo justificador”, Sagitario, t. I, año I, nro. 3 sep.- oct. 1925, La Plata, p. 376 y  “España y su embajador indeseable”, Sagitario, t. III, año III, nro. 10- 12,  nov. -dic. 1927, La Plata, p. 6- 7. Más allá de su labor en la Embajada de España, Ramiro de Maeztu era ampliamente conocido en la Argentina por su trayectoria como corresponsal del diario La Prensa. La faceta periodística en dicho diario ha sido analizada por Castro Montero (2004), " 'Cartas londinenses'. Artículos de Ramiro de Maeztu en La Prensa sobre el fenómeno religioso", Fundación, VII, pp.281-292; Castro Motero (2006), "Algunas impresiones sobre la Argentina de Ramiro de Maeztu, periodista"; Temas de historia argentina y americana, Nro. 8, pp. 13-28; Castro Montero (2008),"Los viajes a Alemania de Ramiro de Maeztu", Estudios de historia de España, X, pp. 293- 310 y Castro Montero (2010), "En las trincheras. Ramiro de Maeztu, corresponsal de la Gran Guerra en la Argentina", Fundación, X, pp. 258-265.

[28] “España y su embajador…” op. cit. p. 6. Se conoce con el nombre meridiano intelectual a la polémica generada a raíz un artículo de Guillermo de la Torre publicado el 15/04/1927 en la Gaceta Literaria de Madrid en el que afirmaba que el meridiano del pensamiento hispanoamericano estaba en Madrid. Cf.. Campomar, Marta, Ortega y Gasset, en la curva histórica de la Institución Cultural Española, Madrid. Editorial Biblioteca Nueva. Fundación Ortega y Gasset,  2009. pp. 472- 481.

[29] Cosco Montaldo, J. Oscar (1926) “La juventud universitaria del Uruguay, frente a la reforma universitaria y a los problemas de América”, El Estudiante, Año I (2da época), Nro 3, 20/12/1926, Madrid, p. 10- 12.

[30] “Amistad americana”, Sagitario, t. I, año I, nro. 2, julio -agosto 1925, La Plata, pp. 266- 267.

[31] Sepúlveda Muñoz, Isidro (2005), El sueño de la madre patria: hispanoamericanismo y nacionalismo, Madrid, Centro de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos, 2005. pp. 401- 402.

[32] Hispano- americanismo estudiantil”, El Estudiante, año I (1ra época), nro. 12, 07/1925, Salamanca.

[33] Manuel Pedroso (1925), "El único hispanoamericanismo y su actual imposibilidad", El Estudiante, año I (1ra época), nro. 10, 07/1925, Salamanca.

[34] Sepúlveda Muñoz, Isidro (1994), Comunidad cultural hispanoamericana, 1883- 1936, Madrid, UNED, pp. 108- 109.

[35] El contenido de su mensaje así como las repercusiones y adhesiones que recibió fueron recogidos por el autor en Palacios, Alfredo (1925), La Universidad Nueva, Bs.As. M. Gleizer, pp. 225- 255.

[36] “Comentario de EL ESTUDIANTE del mensaje a las juventudes de Alfredo Palacios”, El Estudiante, año I, (1ra época), Nro 2, 10/05/1925, Salamanca.

[37] La labor de Luis Jiménez de Asúa como hispanoamericanista y como mediador entre las juventudes universitarias argentinas ha sido abordada por la autora de este estudio en Luciana Carreño () Luis Jiménez de Asúa, una vía disidente hacia Hispanoamérica". Coloquio de Jóvenes investigadores. Fundación Ortega y Gasset. 5/11/ 2009 (Publicación en preparación) y “Pensamiento reformista entre España y la Argentina: un diálogo hacia el compromiso entre la revista Sagitario y Luís Jiménez de Asúa.”  en III Jornadas sobre Reflexión y estudio sobre el Movimiento Estudiantil Argentino y Latinoamericano, La Plata, 16,17 y 18/09/ 2010. ISBN 978- 978- 23580- 7- 5

[38] Luis Jiménez de Asúa (1923) “Palabras a los estudiantes españoles en entrega de mensajes argentinos” (Conferencia), 23/10/1923, ALJA-434-12. ESCRITOS, X- 1923.

[39]“La censura española ha perdido la serenidad con motivos del homenaje al Doctor Sáenz”. La Prensa, Buenos Aires, 28/05/1925.

[40] “Banquete a Mario Sáenz en Paris”, El Estudiante, año I, (1ra época), Nro. 10, 07/1925, Salamanca.



Resumen:
En la década del veinte dos grupos estudiantiles representados por las revistas El Estudiante (Salamanca- Madrid) y Sagitario (La Plata) emprendieron un diálogo en el que plantearon una propuesta progresista en las relaciones culturales entre España y la Argentina. Ese diálogo incluyó una identificación generacional entre ambas juventudes en base a temas comunes sobre la universidad y el papel de los intelectuales- universitarios en política. Además supuso la redefinición del papel de España en su relación con América a partir de la proyección de una imagen de Nueva España que los estudiantes españoles buscaron difundir frente a los estudiantes hispanoamericanos. Por último, se destaca el papel de ciertos intelectuales tanto argentinos como españoles (Alfredo Palacios, Luis Jiménez de Asúa, Mario Sáenz) como mediadores culturales en el acercamiento entre estos grupos juveniles.

Palabras clave:
Hispanoamericanismo; movimientos estudiantiles hispano- argentinos; “Nueva España”; mediadores culturales; dictadura de Primo de Rivera.

Abstract:
In the twenties, two student groups represented by the magazine The Student (Salamanca-Madrid) and Sagittarius (La Plata) began a dialogue in which a progressive proposal raised in the cultural relations between Spain and Argentina. This included an identification dialogue between youth generation based on common themes about college and the role of university intellectuals in politics. Also involved the redefinition of the role of Spain in its relations with Latin from the projection of an image of New Spain that the Spanish sought to spread students against Hispanic students. Finally, it highlights the role of certain intellectuals both Argentine and Spanish (Alfredo Palacios, Luis Jimenez Asúa, Mario Sáenz) as cultural mediators in the approach between youth groups.

Keywords:
Hispanoamericanismo; Hispano-Argentine student movements, "New Spain" cultural mediators; Primo de Rivera’s Dictatorship.




Fecha de recepción: 12/01/2012

Fecha de aceptación: 04/05/2012

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