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Oce�nide - Moda femenina en Espa�a. La Esfera, 1916 . Dra. Emilia Cort�s Ib��ez

   

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Fecha de recepci�n: 2 noviembre 2010
Fecha de aceptaci�n: 4 enero 2011
Fecha de publicaci�n: 15 marzo 2011
URL:http://oceanide.netne.net/articulos/art3-2.php
Oce�nide n�mero 3, ISSN 1989-6328



Moda femenina en Espa�a. La Esfera, 1916.

Dra. Emilia Cort�s Ib��ez
(UNED, Albacete)

RESUMEN:

En el presente art�culo se ofrece una panor�mica de la moda en Espa�a en 1916, partiendo de la secci�n �La moda femenina�, que la revista madrile�a La Esfera incluye entre sus p�ginas, bajo la firma de �Rosalinda�. Se detiene tanto en vestidos como en complementos.

Palabras clave: Moda femenina, Espa�a, La Esfera, �Rosalinda�, faldas, bolsos, sombreros, materiales, cambios, complementos, pieles, joyas.


ABSTRACT:

This article discusses fashion in Spain in 1916, focusing on clothes and accessories, based on "La moda femenina" from La Esfera (Madrid) by "Rosalinda".

Keywords: Moda femenina, Espa�a, La Esfera, �Rosalinda�, skirts, handbags, hats, fabrics, changes, accessories, furs, jewellery.


La revista La Esfera naci� en Madrid el 3 de enero de 1914 con periodicidad semanal. Su presidente fue Nicol�s Mar�a de Urgoiti, tambi�n presidente de la Papelera Espa�ola; como �nico director (1914-1931) tuvo a Francisco Verdugo Landi (M�laga, 1874), dibujante de Madrid C�mico, Vida Galante, La Saeta, La Ilustraci�n Espa�ola y Americana, Nuevo Mundo y Mundo Gr�fico. De la gerencia se encarg� Mariano Zavala de la Cruz (Cuba, 1865). La Esfera, al igual que Mundo Gr�fico, Nuevo Mundo y Por Esos Mundos, perteneci� a la Sociedad Prensa Gr�fica Espa�ola, creada en 1913.

Su domicilio social estaba en Hermosilla, 57, aparec�a los s�bados y el n�mero suelto costaba 50 c�ntimos. Fue una revista de gran calidad t�cnica y marc� la diferencia entre sus coet�neas. En ella la imagen tuvo una importancia capital, tanto el material fotogr�fico como las reproducciones pict�ricas que recog�a, de gran tama�o en las p�ginas centrales al tener la revista un formato de 27�5 x 36�5 cm.; en gran medida, las ilustraciones sustituyeron a los textos.1 Las secciones que la formaban eran variadas: Arte, Literatura, Historia, Deportes, Publicidad�, sin faltar el apartado �La moda femenina�. Y en este apartado, en el a�o de 1916, centro mi exposici�n. La secci�n no aparece en todos los n�meros; he tenido acceso a un total de trece �indicados al final del texto-.

La autora de �La moda femenina� firma �Rosalinda� y ofrece m�s ilustraciones que texto -siguiendo la t�nica de la revista-, ilustraciones que nos sirven para conocer la moda porque ella, en realidad, no se extiende mucho en hablarnos de la misma. Afirma que:

Para toda mujer que se dedique la atenci�n que debe, la Moda ha de constituir una preocupaci�n esencial [�] porque la inquietud de la Moda es tal, que nunca deja de ofrecer ocasi�n para el comentario, ni motivo para la censura o la alabanza (n� 109).

Los sombreros, prenda de gran vigencia en los primeros a�os del siglo, no escapan a la cr�tica de �Rosalinda� que explica los cambios que han ido sufriendo a lo largo de la temporada en puntos muy concretos como son: adornos, estilos y hechuras; esta evoluci�n tambi�n llega a las gorras. Los sombreros son airosos y favorecen mucho y las gorras corrigen el achicamiento de la figura (n� 109). Hay una innovaci�n: el sombrero �explorador�, muy favorecedor siempre que el tama�o del ala �est� en relaci�n con la estatura� (n� 148).



La moda del sombrero se va haciendo m�s amplia y los m�s novedosos son los de fieltro, en los que

[�] el casco adopta caprichosas hechuras, rodeando la copa con las alas, que siempre aparecen en estos modelos muy levantadas, muy vueltas, procurando un aspecto de belleza en la combinaci�n de las l�neas curvas [�]. Todos los sombreros actuales son luz en la cara y alegr�a en los ojos. Brindan tambi�n excelente ocasi�n para que el arte del peinado se manifieste y para que la mirada discreta luzca la maravilla de sus atractivos y la magia de sus dichosas sugestiones (n� 149).

La aparici�n del sombrero en estas cr�nicas es frecuente y se complementan con ilustraciones, �enviadas por las m�s notables casas de Par�s�. La mayor parte de las fotograf�as de modas que se incluyen en esta secci�n corresponden a moda francesa y, en alguna ocasi�n, a la neoyorquina (n� 155). Como ejemplo de esto �ltimo tenemos el traje de novia -traje de calle- que Zenobia Camprub� luci� en su enlace matrimonial con el poeta Juan Ram�n Jim�nez, el 3 de marzo de 1916, en Manhattan. Y nos sirve de ejemplo porque es un modelo netamente neoyorquino; en su diario, entrada del viernes 25 de febrero, Zenobia escribe: �[�] tengo que ir de compras porque me empiezan a coser el traje de boda�.



No es extra�o que los figurines sean franceses o neoyorquinos porque, tal y como �Rosalinda� confiesa:

En Espa�a se trabaja muy poco por la moda y la culpa debe recaer en nosotros, que no ayudamos a que este trabajo prospere. �nicamente Barcelona hace algo en proporciones estimables [�]. Aparte de la bella ciudad catalana, no tiene gran relieve lo que en las dem�s capitales se confecciona. Hemos preferido acoger regocijadamente lo que Par�s nos mandaba que a su poderosa sugesti�n un�a, algo muy conforme con nuestro temperamento [�] (n� 155).

Reconoce que la personalidad de Norteam�rica es rara y extravagante y en su sociedad predomina el absurdo. Y Par�s y Londres no est�n en situaci�n espiritual para dedicarse a la Moda, aunque cree que, cuando acabe la guerra, ambas ciudades cambiar�n su actitud (n� 1). �Rosalinda� recoge los cambios de la moda en sus distintos apartados:

Este a�o no ha cristalizado la moda en las distintas formas ofrecidas al comienzo de la estaci�n. Sigue desenvolvi�ndose en pleno verano, brindando nuevos motivos de preocupaci�n a las elegantes y reclamando una amplitud mayor en los guardarropas.

Se ensanchan las faldas. �Os parec�a imposible? Pues se ensanchan. M�s tela, mucha m�s, que caiga en pliegues severos y airosos y preste cierta pomposa majestad a la figura.

Los escotes se agrandan tambi�n. El pecho, la espalda, algo de los hombros y la esbeltez gr�cil del cuello entonar�n una sinfon�a a la pureza divina de la forma. Las caderas vuelven a acusar sus curvas graciosas y sus prometedoras turgencias y a completar la l�nea sugestionadora del busto y la mimbre�a flexibilidad del talle. Los trajes se adornan, en la manifestaci�n m�s adelantada de la moda, con flores de relieve hechas de la misma tela de aquellos, y en todas las nuevas iniciativas hay un sello inconfundible de gracia, de espiritualidad, de distinci�n, de sutil delicadeza femenina (n� 139).



Vuelven las mangas de farol (n� 148) y la falda reclama atenci�n:

Menos mal que las faldas cortas, vencidas, tienden a desaparecer. Su fracaso se proclama en el decretado alargamiento hasta el tobillo. �Oh, poder de la armon�a, de la proporci�n, de las pantorrillas deformes y los piececitos irregulares! �Recuerdan ustedes cu�ntas y cu�ntas veces he se�alado las dificultades de la falda corta en estas mismas columnas? (n� 122).

Pero no ve sus deseos cumplidos porque en n�meros posteriores confiesa:

Se consolida el imperio de la falda corta. Nuestras elegantes se encuentran muy bien con ellas, y aunque algunas no lo est�n, ni lo hayan estado nunca, el h�bito de verlas va disculpando los defectos, porque la vista se acostumbra hasta familiarizarse [�] (n� 148).

Da alg�n detalle m�s sobre esta prenda de vestir:

Sigue tambi�n sosteni�ndose la tendencia a la amplitud en la confecci�n. Tela, mucha tela que permita una hechura airosa, de la que los grandes pliegues formen parte esencial�sima y ofrezca un conjunto est�tico, de alta estima para los esp�ritus depurados. Indudablemente, la toilette actual es bonita y de una suprema distinci�n [�]
Se insiste en que estas faldas, cada vez m�s anchas, son las avanzadas del miri�aque. Pero es cosa de resistirse a creerlo, porque no parece el tiempo actual, todo vida, nervios, movilidad y v�rtigo, el m�s adecuado para la resurrecci�n de estos trajes, que en su compilaci�n tienen el m�s formidable enemigo (n� 148).



Los materiales, el tipo de telas empleadas son tambi�n un tema comentado:

Y he aqu� que el cresp�n de seda y la gasa brochada y bordada y la seda con delicadas y art�sticas estampaciones se nos ofrecen como un elemento imponderable para nuestra iniciativa creadora, obligada a dar a la rigidez ordenancista del figur�n el car�cter especial y el sello de nuestra peculiar distinci�n. Sin esto, el figur�n ser�a una cosa sin alma (n� 128).

Los complementos no escapan a su pluma. Se detiene en los bolsos:

Las formas m�s usuales son las del bolsillo entrelargo, de picos redondeados, y aun las redondas completamente habiendo desaparecido las cuadradas cuya dureza de l�neas no coincid�an bien con la delicada sensibilidad nuestra (n� 107).

Contin�a hablando de los materiales empleados para su elaboraci�n y cierra con la reflexi�n:

El bolsillo es todo un misterio y su fondo un enigma donde vive y late el secreto indescifrable para los dem�s de los tesoros de ternura que encierra el alma femenina (n� 107).

Las pieles y las joyas son un tema que no pasa por alto:

[�] es preciso, si se quiere ir bien, huir de lamentables imitaciones [�]. Este a�o las pieles se har�n compatibles con las fortunas modestas. Como novedad se ofrece una talma, una airosa esclavina de piel, que permitir�, por un coste relativamente peque�o, el uso de pieles de una completa legitimidad.
Indistintamente se usar�n tambi�n unas capas-abrigos, todas de piel, muy amplias, sin forma, sujetas por un cuello muy ce�ido a la garganta y con el borde doblado hacia afuera [�]. Estos abrigos, muy propios para salidas de teatros y salones, llegan hasta el borde de la falda, van costosamente forrados con sedas y brocateles bordados a mano y llevan, adem�s, en el forro un peque�o bolsillo que es una sucursal del tocador: espejito, polvera, l�piz, color, todo tan bien dispuesto y acondicionado de manera que no estorba, ni hay signo exterior ninguno que denote su existencia (n� 148).

Se detiene en las joyas, joyas espl�ndidas, no fantas�a:

He visto preciosas agujas muy grandes, de filigrana de oro, otras en las que se mezclan este metal y el platino [�]. El diamante rosa, el brillante peque�o y el cabouchon toman parte muy esencial en la hechura de estas joyas (n� 148).

Frecuentemente, la moda es el pretexto que pone �Rosalinda� para hablar del amor y similares y la secci�n, m�s que moda, proyecta sentimientos:

Es el misterio que vive en nuestras almas enigm�ticas. Es ese mismo atractivo secreto del amor que funde dos esp�ritus en un solo anhelo, que acuerda los corazones en un mismo latido y re�ne a las m�s opuestas condiciones y a las m�s contrarias voluntades en un solo y �nico pensamiento.
Pero este del amor es tema para mayor espacio y para m�s �serias� consideraciones. Otro d�a echaremos nuestro cuarto a espadas en tal asunto, trat�ndolo m�s confidencialmente, de modo que mejor cuadre con nuestra sentimentalidad y nuestro romanticismo. Ya hoy he hablado m�s de lo que pensaba, quiz�s porque empec� dici�ndoos que no ten�a de qu� hablar (n� 109).

Y ese �otro d�a� es el del n�mero siguiente, donde contin�a en la misma l�nea:

Promet� hablaros del amor y la casualidad reduce a diminutas proporciones el reducido espacio de siempre. Mi capricho hubiera deseado muchas p�ginas satinadas y brillantes como la seda para decir cosas interesantes, sugestivas, cautivadoras, que se fueran metiendo en el pecho y temblaran dentro de �l como tiemblan las aguas de los lagos azotadas por los p�talos de las rosas. Y sin embargo, para hablar del amor sobra sitio. Porque el amor es enso�aci�n y fantas�a, fuego de miradas y aliento de suspiros, fruto de ilusi�n y palpitar de anhelos, suavidad de caricias y estremecer de ansias, palabras quedas, misteriosas, sutiles, que nacen muy cerquita del o�do, a flor de labio y clavan sus saetas lancinantes en lo m�s hondo de nuestras almas adonde suenan como una m�sica ignota, dulce y emocionante, que vibrase en arpas de oro pulsadas por manos de arc�ngeles�
El amor es misterio y confianza, afirmaci�n y duda. Es algo impalpable, alado, incorp�reo, puramente espiritual y, como hijo dichoso del sentimiento y de la fantas�a, no cabe en los dilatados horizontes del mundo o se encierra holgado en los l�mites sin l�mites de un beso.
El amor tiene cuatro letras que cada una convence m�s que todas las razones. Y para decir �Amor!, que es decirlo todo, ya veis, queridas, como sobra espacio (n� 110).

Total, que no ha dicho nada ni de la Moda ni del amor. Este fragmento recoge todo el texto de la �Moda femenina� del n� 110; no aporta nada de moda salvo las tres im�genes que lo acompa�an, con el pie de foto �Abrigos y sombreros de la �ltima moda parisi�n�.
Incluso para introducir el tema de las nuevas tendencias lo hace de manera peculiar:

La curiosidad es como un pajarillo alocado que viviera dentro de nuestra alma y su inquietud nerviosa se refleja en nuestro deseo, siempre creciente por lo nuevo y amigo de lo extraordinario (n� 122).

Seg�n confiesa �Rosalinda�, son dos las preocupaciones principales de la mujer de esta �poca, la Moda y el amor, y en el n� 125, nuevamente, �no le da tiempo� de hablar de la primera:

Por dicha nuestra todav�a hemos de despedir muchos abriles. Hablemos de la moda, pues. Pero� hablemos otro d�a, ya que este p�caro af�n de charlar sin dar reposo a la lengua, ni orden a las ideas, no me ha dejado espacio para seguir hoy. Si me perdon�is, seguiremos en el n�mero pr�ximo (n� 125).

Hay fragmentos que parecen textos modernistas en lugar de cr�nicas de moda:

En las reuniones, bajo las lonas de las tiendas, rayadas en gruesas franjas, frente a las balaustradas de los halls de moda, sombreado por las verdes copas confidenciales de las alamedas, que bru�e la argentada claridad de las noches evocadoras, desgrana el amor al o�do su eterna melod�a temblorosa, llena de suspiros y ansias j�venes y el esp�ritu se eleva, se abstrae en el recuerdo, se duerme arrullado por la caricia de los valses que dicen los violines en las terrazas luminosas y por el rumor apagado (n� 139).

Recuerda a las lectoras que no siempre la moda nos favorece:

[�] hay muchas cosas como novedad que parecen ideadas por nuestros m�s grandes enemigos. [�] Hay muchas, much�simas se�oritas que siguen como un mandato absoluto las inspiraciones de la moda. �Que se declara una transformaci�n? Pues debe aceptarse tal y como se manifieste, porque es lo que se lleva. No hay que pararse a estudiar las condiciones f�sicas de cada una ni a meditar un poco sobre las conveniencias o desventajas de la reciente creaci�n. No se puede discurrir que la toilette pensada, vista y construida, sobre el cuerpo gentil de una modelo airosa, esbelta y proporcionada de estatura y de carnes, arm�nica de l�neas y plena de gracia y plasticidad, si cae en una se�ora o se�orita de poco cuerpo y muchas carnes o al contrario, ha de hacer el mismo efecto que al Santo Cristo del cuento el consabido par de pistolas (n� 126).



Y recomienda el uso del espejo:

El espejo no debe ser un c�mplice de nuestro amor propio, sino un consejero leal que nos se�ale con su muda elocuencia nuestros defectos para que con cuidado y habilidad sean corregidos. La moda no tiene m�s especial misi�n que la de indicar, no la de imponerse. [�] No hay placer mayor para una mujer delicada que el �ntimo bienestar proporcionado por el espejo confidente (n� 126).

Destaca la importancia de la personalidad de la mujer para lucir bien un modelo:

La distinci�n, la desenvoltura, el atractivo nacen de la persona. Un mismo modelo, a trav�s de dos esp�ritus diferentes, parece transformado hasta el extremo de ofrecer distintos aspectos y contrarias siluetas (n� 155).

En algunas de sus cr�nicas, sirva de ejemplo la correspondiente al n� 146, no escribe ni una sola palabra sobre moda en cambio s� lo hace sobre el oto�o, las calles llenas de gente, La Castellana, las horas del t�
El yo de �Rosalinda� ocupa un amplio espacio en la secci�n y, en algunas cr�nicas, es el �nico tema, como ocurre en el n� 135:

Frente al sol, sintiendo la caricia voluptuosa de la brisa del mar, abstra�da de la reuni�n de elegantes donde se discut�an las �ltimas creaciones de la moda, fijos los ojos quietos en la inmensidad azul, que all� lejos se confund�a con la serenidad tambi�n azul del cielo, pensaba yo en un rosado horizonte de amor donde dos almas igualmente encendidas en el fuego sagrado del cari�o pudieran fundirse sin enga�os de la vista en un solo af�n, una palpitaci�n y un mismo y �nico deseo, cuando el groom del hotel, el min�sculo �Baby�, me entreg� La Esfera. [�]

Pero lo que destaca por encima de todo es la aparici�n del �yo� de �Rosalinda�. Incluyo una peque�a muestra que lo pone de manifiesto:

[�] las galanter�as con que me regala Jos� Franc�s2 y sale a cap�tulo la esbeltez de mi cuello, la armon�a de mi cuerpo menudo, y sobre todo, la abundancia de mi cabellera, que brilla al sol como un haz de oro.
Yo estoy un poco avergonzada. Me parece o�r a Franc�s, en la redacci�n, abandonado a un impulso pasional declar�ndome su amoroso tormento con la m�sica de una zarzuela: Si te murieras me ahorcaba
con la trenza de tu pelo�

Est�bamos solos; aquello result� un poco rid�culo y yo re�, re� sin tregua, hasta que el ilustre compa�ero se march� arrepentido de su folletinesco arrebato (n� 135).

En conclusi�n: son las ilustraciones las que nos permiten conocer la moda de este a�o; las opiniones de �Rosalinda� carecen de aut�nticos conocimientos sobre la moda y se exceden en mostrar el yo. Las opiniones expuestas concuerdan perfectamente con el pseud�nimo empleado por la cronista.



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NOTAS AL PIE

1Para m�s detalles sobre La Esfera es imprescindible conocer el trabajo de Juan Miguel S�nchez Vigil, La documentaci�n fotogr�fica en Espa�a: Revista La Esfera (1914-1920) , Tesis Doctoral, 1995, http://eprints.ucm.es/tesis/19911996/S/3/S3005501.pdf
2Jos� Franc�s y S�nchez-Heredero (Madrid, 1883-Arenys d�Empord�, 1964), novelista, periodista y cr�tico de arte de La Esfera, por lo tanto, compa�ero de �Rosalinda�.


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REFERENCIAS BIBLIOGR�FICAS

V.V.A.A. (1916). La Esfera. Madrid: Prensa Gr�fica, n� 107, 109, 110, 122, 125, 126, 128, 135, 139, 146, 148, 149 y 155.
S�NCHEZ VIGIL, Juan Miguel. (1995). La documentaci�n fotogr�fica en Espa�a: Revista La Esfera (1914-1920), Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid, http://eprints.ucm.es/tesis/19911996/S/3/S3005501.pdf

Title: Female fashion in Spain. La Esfera, 1916.

Contacto: eci100@telefonica.net



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