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Estudios filológicos - Identidades en la poesía canónica de Gabriela Mistral

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Estudios filológicos

versión impresa ISSN 0071-1713

Estud. filol.  no.48 Valdivia nov. 2011

http://dx.doi.org/10.4067/S0071-17132011000200002 

ESTUDIOS FILOLÓGICOS 48: 23-32, 2011

 

Identidades en la poesía canónica de Gabriela Mistral

Identities in the canonical poetry of Gabriela Mistral

 

Iván Carrasco M.

Universidad Austral de Chile, Instituto de Lingüística y Literatura, Valdivia, Chile. Correo electrónico: icarrasc@uach.cl


El propósito de este trabajo es mostrar las principales identidades presentes en los textos de Gabriela Mistral considerados canónicos por la crítica, desde la perspectiva en que su obra se desarrolla como un proceso ambivalente de construcción identitaria de carácter sociocultural.

Palabras clave: poesía, identidades, ambivalencia, Gabriela Mistral.


The purpose of this paper is to show the main identities in the texts by Gabriela Mistral considered canonical by the critics, from the perspective of his work unfolds as an ambivalent process of socio-cultural identity construction.

Key words: poetry, identities, ambivalence, Gabriela Mistral.


0.      INTRODUCCIÓN

La identidad humana puede considerarse como una especie de modelo mental, un tipo de conciencia construida, asumida o aprendida por habitantes de un territorio y cultura determinados que les permite saber lo que son y quieren ser, reconocerse, valorarse; en otras palabras, establecer semejanzas, analogías, homologías, al mismo tiempo que distinguirse en cuanto personas y grupos diferenciados en relación a otros sujetos, del mismo o diferente lugar, tiempo, costumbres, lenguajes, tales como extranjeros, indígenas, colonos, viajeros; en síntesis, también establecer diferencias, lejanías, oposiciones. Es una manera de autoconcebirse como cierta clase o tipo de seres y grupos humanos, al mismo tiempo que concebir a otros y definirse como ontológica y socioculturalmente distintos frente a los otros, los diferentes, extraños, de otras lenguas, etnias, géneros, edades, es un modo de distinguir entre yo, nosotros, nosotras, y tú, ustedes, ellos, ellas. En cierto sentido, los rasgos que conforman las nociones de identidad son variados según quienes los determinan, las diferentes teorías con que intentan explicarlos o promoverlos y las comunidades o grupos humanos que las viven y las expresan a través de ciertas clases de discurso, como la literatura o el discurso público, siempre en referencia a su carácter de endógenas y exógenas.

Además, aunque en todas las sociedades existe una identidad predominante, junto a ella se fundan otras en relaciones de complementariedad, oposición, paralelismo, etc., dependiendo de la existencia de grupos o comunidades de la sociedad que las constituyan, el nivel de análisis en que nos situemos, etc. Las identidades socioculturales son las que tienen existencia propia en los grupos sociales, en la memoria cultural y personal, y en diversos textos de la cultura, ideológicos, folklóricos, históricos.

Toda identidad requiere una base efectiva de sustento para tener posibilidades de desarrollo históricosocial, le dé existencia empírica y no se reduzca a una ilusión o una ideología fantástica o alienante. En el discurso literario estas identidades son representadas, configuradas o proyectadas principalmente en la actuación, caracterización y diálogo de personajes o tipos humanos representativos, en determinados enunciados ideológicos o valorativos de los sujetos enunciativos y en los discursos metatextuales complementarios del autor.

Mediante estas estrategias los textos literarios realzan positivamente determinadas identidades y discriminan negativamente otras.

La identidad sociocultural puede ser una sola en una sociedad muy pequeña, cohesionada y conservadora, pero lo común es que en las sociedades complejas existan varias y diversas.

En nuestro país, las primeras identidades socioculturales definidas fueron las indígenas: mapuche, ona, diaguita, qawasqar, yamana, claramente diferenciadas frente a la identidad europeohispánica. La fusión de ambas dio origen a la identidad mestiza, que permaneció durante la Colonia en oposición a las dos anteriores, también mantenidas a través del tiempo; luego, a partir de la Independencia, apareció la primera propiamente chilena, con ambiciones de identidad nacional y americana, proyecto asociado al pensamiento y la literatura románticos y a la construcción del Estado nacional chileno.

Las identidades pertenecen a los actores sociales, entre los cuales se encuentran los escritores y otros productores de discursos artísticos y de distinta naturaleza, por lo cual la literatura o discurso literario interviene en forma significativa en su generación, transformación, anulación y sustitución. Por ello, ha sido considerada un espacio privilegiado de construcción identitaria por diversos estudiosos (Carrasco 2009). Entre otros, Eco ha afirmado que "La literatura, al contribuir a formar la lengua, crea identidades y comunidad" (2002: 11); Ricoeur, que las narraciones literarias son "modos mediante los cuales los individuos y los colectivos construyen sus identidades" (1985: 170); Sullá, que "el elenco de obras y autores sirve de espejo cultural e ideológico de la identidad nacional" (1998: 11).

La literatura es un discurso artístico coexistente con otros discursos identitarios de la sociedad, como los mitos de origen, las utopías, los relatos históricos, las leyes y constituciones, etc., por lo cual forma parte del mapa identitario de las comunidades, aportando una visión intuitiva, experiencial. Los textos de la literatura y de las demás expresiones verbales artísticas no solo representan las identidades existentes en las sociedades, sino además inventan algunas, intentan deslegitimar, destruir, modificar o promover otras, de manera explícita o sugestiva mediante las estrategias, recursos y procedimientos de la mímesis y de la ficcionalidad.

La literatura chilena es el resultado de un excelente aprendizaje de la literatura, pensamiento, lengua y cultura de Europa, adaptadas a las características de la vida en territorio chileno, por lo tanto sustentada y proyectora de identidades de tendencia extranjerizante y con reserva a reconocer el origen mestizo de la nacionalidad (antes creíamos ser los ingleses de Sudamérica, ahora parece que creemos ser los nuevos yanquis). Ésta reproduce parcialmente el esquema de las identidades socioculturales de Chile, aunque con dos diferencias significativas: no sólo canoniza integrantes de las identidades hegemónicas, sino también de las ocultas o marginales, como las identidades femenina, indígena, homosexual e incluso anormal, como puede verse en Droguett o en Bombal, por ejemplo. Tampoco lo hace a modo de un muestrario uniforme y descriptivo, como la narrativa criollista, naturalista o la novela histórica, por ejemplo, sino dejando en evidencia las relaciones de hegemonía, ocultamiento, desprecio, etc., que existen entre ellas. También ha propuesto y promovido identidades nuevas en su momento, como la del agitador social, el colono y, últimamente, la intercultural y la postmoderna.

Las identidades que se construyen en la literatura pueden coincidir con las identidades que existen en la sociedad, incluso fuera de su momento de aparición o vigencia, debido a la condición mimética o representativa del discurso literario, o apartarse de las relaciones de reproducción o analogía haciendo predominar su condición perlocutiva que posibilita proponer identidades distintas a las existentes, al mismo tiempo que oponerse a los cánones e ideologías predominantes (Carrasco 2008).

1.      IDENTIDADES EN LA POESÍA DE GABRIELA MISTRAL

La obra poética de nuestro primer Nobel es muy interesante en este sentido, pues coincide con algunas clases de identidad propias de su generación literaria, la mundonovista, pero también proyecta otras más personales. En esta perspectiva, mi conjetura es que su obra poética se presenta como un proceso de construcción identitaria que muestra un amplio espectro de identidades particulares y estrategias y modalidades específicas de construcción. Más que una identidad propia de la persona empírica, histórica —Gabriela Mistral— muy compleja y valiosa, sin duda, su poesía puede entenderse, en una de sus dimensiones semánticas, como la presentación de distintas identidades socioculturales particulares. Y justamente este conjunto está conformado desde diferentes perspectivas sociales y culturales, coincidiendo con la marcada y compleja ambivalencia identitaria característica de la literatura chilena (Carrasco 2001 y 2009).

Gabriela Mistral es la persona chilena más destacada internacionalmente, que desarrolló tantas dimensiones como ser humano y como escritora que su imagen se ha estado renovando en forma permanente según las lecturas y relecturas hechas con los códigos de períodos, ideologías y valores diferentes que sus textos soportan, estimulan o indican, y por ello sus versos y sus prosas develan cada cierto tiempo distintos matices o significaciones por lo que ha llegado a ser prácticamente inabarcable.Y tal vez por ello ha sido admirada por poetas tan disímiles como Arteche, Parra, Lihn, Pérez, Quezada, Muñoz, Violeta Parra, etc. Como escritora, usó el verso para conformar poemas convencionales y otros en que funde las normas de la poesía con la música, el canto, el folklore, la oración y la prosa para crear cuentos, fábulas, poemas, variados metatextos, ensayos, artículos periodísticos, discursos públicos; además, inventó el género del recado en verso y prosa, elevó la carta personal a dimensión artística, cumplió una singular tarea de crítica literaria y de canonización de figuras relevantes de la literatura nacional.

En cuanto a su generación mundonovista de 1912 (Goic 1967: 31-34), sabemos que expandió el tratamiento de la identidad nacional a nivel americanista, distinguiéndose del modo europeo de representación del mundo, la naturaleza y los mitos y, agreguemos, dio relieve a la identidad de género femenino. De este modo, produjo la coexistencia de un proceso autoctonista y mestizo hegemónico de carácter contra-canonizador de la cultura europeizante y de la superposición de un proceso menor de orientación cosmopolita, debido a la existencia paralela del grupo Los Diez, la Colonia Tolstoyana, el simbolismo de Prado, la fantasía de Prieto, con autores como Latorre, Edwards Bello, Santiván, Maluenda, textos crudamente realistas como Juana Lucero de D'Halmar y autores como Prado en quienes la ambivalencia entre cotidianidad y elevación es muy evidente. Y todo esto provocará la polémica entre criollistas e imaginistas.

Destaca esta generación por la obtención para Chile y Sudamérica del Premio Nobel de Literatura ganado por Gabriela Mistral y la instauración del Premio Nacional de Literatura otorgado a Augusto D'Halmar, hechos que contribuyeron a la proyección de la imagen pública del escritor y con ello a la mayor institucionalización y universalización de la literatura chilena y la elaboración de variados discursos metaliterarios; entre estos sobresalen el "Decálogo del artista" y la sección "El Arte", 1922, "Notas" a Tala, 1938, y Recados, 1967, de Mistral. Los agentes de los procesos canonizadores siguieron siendo escritores, junto a profesores, periodistas y críticos literarios, pero con más dedicación y profesionalismo. La poesía, en verso y en prosa, continuó siendo el género destacado, en particular Desolación, Ternura y Tala, de Gabriela Mistral (Carrasco 2008: 151-52).

Gabriela Mistral define como pocos el tipo diferencial de sensibilidad que caracteriza a su generación, al decir de Goic (1967:33): el castigo del universalismo nivelador para afirmar el individualismo y la singularidad cultural de lo americano. Sus magistrales poemas de la sección América de Tala, particularmente "Sol del trópico" y "Cordillera" constituyen la más definida realización de una identidad americana, mestiza, vinculada a la naturaleza y sus fuerzas cósmicas, solidaria, tradicionalista, ligada a sus raíces primitivas y religiosas.

Las modalidades de construcción identitaria de la poesía de Mistral son varias, como es de esperar. Me parece que las más significativas son la construcción de diversos sujetos enunciativos, de personajes determinados, de alusiones referenciales a la persona empírica, histórica llamada Lucila o Gabriela y el especial manejo de figuras retóricas seleccionadas.

La poesía y la prosa de Gabriela Mistral conforman una serie identitaria compleja, heterogénea y variable; sus discursos líricos, pedagógicos, ensayísticos, sociales, políticos, religiosos, campesinos, mujeriles, maternales, estéticos, conforman no solo distintos modelos de la(s) presunta(s) identidad(es) de la persona empírica Lucila Godoy y de la figura escritural Gabriela Mistral (de quienes aún no conocemos su auténtica biografía sistemática y completa, apenas algunas que tienen relación con su cultura de base, la de Coquimbo). Algunas identidades han sido aprendidas de la literatura, de los libros, otras del libro donde una mano mayor escribe la existencia de cada ser humano, de sus viajes, amores, experiencias de la naturaleza, de los niños de toda índole, pobres, escolares, infantes, los campesinos, los indígenas, las madres, las mujeres superiores o extrañas, los varones, los hijos, los fantasmas, las huellas de Dios en la Tierra.

Destaco la identidad entre otros temas y problemas de la obra mistraliana, pudiendo realzar la naturaleza, el amor en sus variadas manifestaciones, la muerte, la religiosidad, la infancia, el vagabundaje, la enseñanza, la patria, el mundo. Y lo hago porque la imitación de las identidades propias y ajenas, por una parte, constituye un rasgo no privativo pero muy característico de la chilenidad, la imitación: somos imitones, basta ver los juegos de los niños pequeños representando a sus profesores, a sus parientes, a sus amigos para burlarse de ellos, a los cómicos y humoristas que se destacan por esa capacidad, las canciones mexicanas avecindadas en los sectores populares, los concursos de rancheras mexicanas en Chiloé, los concursos de la televisión, etc., etc. Y, por otra parte, la variabilidad y complejidad de lo que se ha llamado nuestra identidad, el afán de construir en la vida pública una identidad fuerte, definida, positiva, simple, de acuerdo al modelo europeo, mediante el ocultamiento de los rasgos indígenas y mestizos, nuestras pequeñas y grandes aberraciones, ambigüedades, ambivalencias, oscuridades, debilidades de variado orden, cuya aceptación sin duda nos ayudaría a ser mejores personas y ciudadanos. De este modo, se esconde y niega públicamente lo que en privado hacemos a menudo, tanto acciones negativas que demuestran mezquindad, cobardía, miedo, violencia contra los débiles, ansias de poder, flojera, que han conformado grandes crímenes, cotidianos delitos, así como positivas que ponen a la luz la generosidad, la solidaridad, la delicadeza, la espiritualidad, el amor fraterno, la consecuencia, que ha dado origen a nuestras grandes heroicidades, santidades, poesía, empresas de amor y servicio.

Además, porque la literatura conforma un amplísimo campo de estudio de identidades y de problemas identitarios y, además, influye directamente en la construcción de identidades de una determinada sociedad, pues, como ha escrito Culler

"La literatura no sólo ha convertido la identidad en un tema recurrente; ha desempeñado también un papel fundamental en la construcción de la identidad de los lectores. El valor de la literatura se ha vinculado desde antiguo al hecho de que posibilita que el lector experimente indirectamente las experiencias de los personajes, permitiéndole aprender qué se siente en determinadas situaciones y con ello aprender la predisposición a sentir y actuar de cierta manera. Las obras literarias nos animan a identificarnos con los personajes, al mostrarnos el mundo desde su punto de vista. Los poemas y las novelas suelen dirigirse a nosotros pidiéndonos que nos identifiquemos con lo transmitido, y la identificación colabora en crear la identidad: llegamos a ser quienes somos porque nos identificamos con figuras que encontramos en la lectura" (2000: 135).

Los textos literarios representan identidades, algunas propias de la diégesis, otras asociadas a la instancia narrativa y otras a la autoría. Puesto que corresponden a grupos socioculturales, étnicos, regionales o nacionales, su percepción y análisis a veces se concentra en los personajes (individuales o tipos humanos), en las historias, en ciertos momentos o espacios históricos, ideológicos o literarios, en determinados conflictos o acontecimientos, sobre todo en la narrativa y el drama, otras en el sujeto autorial o textual o en la instancia de enunciación lírica o ensayística, en algunas estrategias textuales o procedimientos retóricos, o en la metaforización global más allá de los tipos genéricos o discursivos.

Se ha escrito, aunque no lo suficiente, sobre identidad e identidades de Gabriela Mistral, pero en varios casos no queda claro de qué Mistral se habla, si de la persona Lucila Godoy en todas sus dimensiones vitales, o del sujeto autorial Gabriela Mistral responsable de sus libros pero no de la enunciación de sus poemas, sí de los hablantes de sus textos, de sus personajes líricos, del autor ideal (Cf. Martínez Bonati 1960: 124-25). Además, sabemos que una literatura no representa todas las identidades existentes en una nación o en la memoria de un autor o autora, sino sólo aquellas que predominan por convicción, consenso, planificación estatal, prejuicios. Por otro lado, la literatura, que no es esclava del referente, también puede inventar identidades que en el extratexto no existen.

No debieran quedar dudas al respecto, la variada y diversa poesía mistraliana presenta algunas identidades que pudieran ser equivalentes a las de la autora empírica, lo cual no quiere decir que sean la misma, y otras que sin duda no pueden atribuirse al sujeto real en todas sus dimensiones, sino a la obra, la escritura de ese sujeto generada en ese momento supremo del ser concreto del autor que habitualmente llamamos inspiración.

La identidad que subyace a éstas y otras imágenes identitarias es la de mujer pública que, sin dejar de lado su intimidad afectiva y religiosa, interviene en la vida social con una actitud humanitarista, una búsqueda religiosa intensa que culmina en el catolicismo y el estímulo de los oficios considerados propios de la mujer: la maternidad, la docencia apostólica, el cultivo de la subjetividad mediante la poesía, la proyección amorosa y protectora hacia los seres americanos, en particular los niños, los indígenas y los campesinos. Valores aprendidos de su cultura coquimbana, sin duda, y confirmados y ampliados después en relación con culturas y personajes de Europa y otros lugares. Más adelante aparecen otras: la defensora de los derechos humanos, la vagabunda o mujer errante, la política, también una mujer enigmática, hermética, iniciática, en busca del absoluto, del misterio, de Dios, la que escribe como en un vaho de fantasmas.

Desde otra perspectiva, sabemos que las identidades, como todas las características tanto formales como semánticas de los textos literarios, y la valoración de los autores en cuanto a la calidad que se les asigna, dependen de la institución literaria y los procesos de canonización con que ésta selecciona para incluirlos o excluirlos de la nómina oficial de los consagrados y de los desechados.

Los textos canónicos de Gabriela Mistral son dos: Desolación y Tala. Sobre el primero se ha escrito la mayor parte de la bibliografía mistraliana, por lo que contribuyó positivamente al primer proceso canonizador de su obra desde criterios románticos, éticos, religiosos y tradicionales y al logro del Nobel, al mismo tiempo que a conformar una imagen reducida de su autora y su obra literaria e intelectual.

Alone escribió con ocasión de su muerte "Un diario ha hablado de canonizarla en respuesta a un libro que en Chile la llamó Divina /Virgilio Figueroa/, en Ecuador la han llamado Santa /Benjamín Carrión /.../ Su vida y y su corazón de tormento tuvieron dos altas consecuencias: en el orden literario, incomparables gritos de amor y de dolor, unidos a la muerte, los máximos temas de la poesía" (1967: 175-6). Oyarzún en sus discursos de recepción en la Universidad de Chile en 1954, cuando se le confirió el Doctorado Honoris Causa, y en la despedida en el Cementerio General insistió en el rasgo epifánico de su poesía: su cualidad de manifestar o revelar una realidad americana todavía innominada, asentando el mito de la poeta demiurga, fundadora de cosmogonías y teogonías americanas (Guerrero 2007: 17). Onís "En todo lo que hace muestra una natural superioridad y en todo lo que toca deja su profunda huella. Avanza con su aire de reposo y de serenidad milenarios /.../" (1967: 176). Reyes, por su parte "Aplaudo a quienes concibieron este homenaje a Gabriela Mistral y me asocio a él desde mi retiro. Gabriela es un índice sumo del pensamiento y del sentimiento americanos" (1967: 190); es, a criterio de Rafide (1955), la primera figura femenina de la lírica hispanoamericana, utilizando para este juicio un criterio de tipo genérico. Radomiro Tomic, en un discurso transmitido por cadena radial en enero de 1967: "Bienaventurados aquellos por quienes lloran los pobres cuando mueren, porque estas lágrimas de la multitud, que no nacen del vínculo de la carne y de la sangre, ni de la memoria de servicios o gratitudes individuales, son la señal de la misteriosa filiación en que los pueblos se reconocen en sus santos y en sus héroes", y Von dem Bussche "desde el comienzo de su destino poético, la creación de Gabriela Mistral muestra un rostro de rasgos fundamentales y constantes. Se trataría de una poesía en busca siempre de una dimensión total de cuanto canta" (1957: 9). Alone ha escrito que Desolación es el libro máximo de la poesía chilena (1962: 131), Onís, que "Todo esto en ella no son más que otros modos de expresión del sentimiento cardinal de su poesía: su ansia insatisfecha de maternidad, que es a la vez instinto femenino y anhelo religioso de eternidad" (1967: 176). Basándose en criterios estéticos Silva Castro (1961) señaló que Desolación alcanzó cimas de elevación, intensidad, dramatismo, efervescencia del ánimo hasta entonces no obtenidos por ninguna otra poeta chilena, obra celebrada como "pieza trascendental de la poesía femenina hispanoamericana", argumentando esto en razón de que su escritura era recia, sostenida y firme (características esencialmente masculinas), lo que pone de manifiesto que ésta tiene validez en tanto coincide con la escritura de los hombres (Burich y Rivera 2007). Las primeras producciones poéticas de Mistral tuvieron que ver con una poesía "dionisíaca, pánica, de fuerte raíz cósmica y dramática", con un sentimiento metafísico existencial en constante desafío al tiempo y a la divinidad, según Ferrero (1965); es una poesía desgarradora, desoladoramente audaz, cuyo lenguaje fue absolutamente nuevo en la lírica hispánica; los "Sonetos de la Muerte" fueron su puerta de entrada al triunfo literario, pues le valió la proyección y el creciente interés de los estudiosos, los que contribuyeron a divulgar su nombre más allá de las fronteras nacionales. Para del Solar, los renombrados sonetos son el punto de partida "de la gran poesía de la Mistral", los más severos críticos del país y del extranjero han estudiado su poesía con profunda admiración, destacando "la novedad de su acento, el vigor de su vocabulario, la intensidad de su pasión, ese mundo personalísimo/.../, es difícil encontrar en la poesía castellana moderna una mayor conmoción del ser anímico, un más alto grado de patetismo, una más trascendente desgarradura emocional que la de estos cantos salvajes y desolados, verdaderos gritos lanzados contra el abismo misterioso de la muerte" (1975: 98). Según Alone (1962) el incidente del suicidio de Romelio Ureta nos entregaría el origen de los más fuertes poemas de amor y de dolor escritos en lengua española. Geel (1953), también desde un criterio estético y biográfico, sostiene que el joven suicida Romelio Ureta pudo adentrarse en las venas amorosas y "arrancar la más inmortal plegaria que hubieron de modular labios de mujer". Y que la belleza dramática de Desolación no ha sido superada.

En primer lugar, no podemos olvidar que Desolación es un libro subdividido en secciones, las que representan identidades distintas. La imagen identitaria que ha trascendido es la de la sección "Dolor" que corresponde a la de una mujer enamorada, que ha sido vinculada a la autora más que a su obra; ésta es característica de la poesía occidental, pero con dos diferencias: la intensidad del amor expresado sería superior a la de otras amantes, como ha reconocido toda la crítica, y el desinterés por idealizarla: esta mujer se declara fea, hermoseada sólo por la mirada masculina ("Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa/.../Tengo vergüenza de mi boca triste/ de mi voz rota y mis rodillas rudas"; "Ninguna piedra en el camino hallaste/ más desnuda de luz en la alborada/ que esta mujer...", del poema "Vergüenza"). Además, el lugar desde donde se muestra esta mujer es su propio punto de vista, lo que la diferencia de enamoradas clásicas que han sido plasmadas desde la óptica del amante, como Beatriz o Galatea.

Junto a la anterior está la identidad de la maestra, de la educadora por vocación, por amor al niño, claramente definida en las secciones "La escuela", "Infantiles", "Prosa escolar", entre otras. En "La oración de la maestra" da a conocer su imagen de la educadora perfecta: "Dame el amor único de mi escuela /./ Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto /./ Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Dame que alcance a hacer de cada una de mis niñas mi verso perfecto /.../ Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por él". Lo mismo hace en "La maestra rural" y la sección de poemas escolares. Hay que observar que esta identidad no es la de cualquier educadora, sino de una profesora cristiana, que no podría llegar a realizar este modelo de identidad sin la ayuda de Cristo, lo que demuestra que hay otra identidad mezclada con ésta: la religiosa.

Ésta constituye también una identidad fuerte, de carácter transversal que aparece en la metadiscursividad mistraliana, en conexión con la de maestra y madre y más adelante con la identidad indígena. principalmente en Tala. Esta identidad religiosa está sustentada en el cristianismo y la fe católica y se expresa a través de una religiosidad intensa dirigida no solamente al Dios del Antiguo Testamento como se ha escrito, sino también a Cristo ("Al oído de Cristo"), religiosidad que busca otras manifestaciones y que retorna a su primeras creencias en el último texto del Poema de Chile, "Despedida": "Ya me voy porque me llama/ un silbo que es de mi Dueño", tal como en el extratexto la escritora retornó al catolicismo, se incorporó a la Orden Tercera de San Francisco y pidió como mortaja el hábito franciscano. Básicamente se trata de un cristianismo social que interviene en la vida pública con una actitud humanitaria, desarrollando oficios consecuentes como la maternidad suplente, la docencia apostólica, la proyección amorosa y protectora hacia los seres americanos, en particular los niños, los indígenas y los campesinos. De acuerdo a Gazarian-Gautier (1990), Gabriela transmitió un mensaje religioso derivado de su arraigado sentido de justicia social y sustentado en un cristianismo fundamental.

La identidad de madre incluye la maternidad espiritual, la educadora y la carnal y se manifiesta en los textos para niños, escolares y maternos propiamente tales, como los "Poemas de la madre más triste" y la sección "Muerte de mi madre" de Tala, por ejemplo, Jorquera y Aedo (1993) señalaron que la actitud mistraliana frente a la maternidad no es ideológica, sino tiene una raíz profundamente religiosa, empapada en los elementos de visión de mundo que sostienen su íntima identificación con los desamparados, débiles, angustiados, pues sólo la madre puede cumplir la tarea de amparar, amar y cuidar al niño desvalido. Ellos plantean que "la maternidad es capaz de redimir de la soledad y crear una nueva forma de contemplar el mundo" (1993: 100), por lo que la visión maternizada del mundo es una de las improntas de la poética mistraliana.

Pero además está la identidad de poeta y artista, como se establece en la sección metapoética "El Arte" donde aparece su famoso "Decálogo del artista" y se mantiene en el resto de su obra; Cuneo (1998) ha estudiado detenidamente esta dimensión de la obra mistraliana y Münnich (2001) se ha referido también al modelo de mujer poeta presente en la poesía de Mistral y al llamado vocacional, como se ve metafóricamente en "La flor del aire". Estas identidades se complementarán con la americanista y la etnicista de orientación indígena y mestiza de Tala, características de la primera mitad del siglo XX, sobre las cuales ya se ha escrito (p. ej., Von dem Busche 1957).

2.      CONCLUSIÓN

La lectura identitaria que hemos hecho de los textos canónicos de Gabriela Mistral, Desolación y Tala, nos ha permitido destacar dos órdenes de hechos: Por una parte, que su obra poética representa identidades variadas, complejas, superpuestas, también en parte contradictorias entre sí, lo que le otorga un carácter ambivalente al conjunto, de modo análogo al tratamiento de las identidades que han hecho otros autores destacados como Huidobro, Neruda, Blest Gana, Prado, Bombal, Brunet, etc. Por otra, que la relevancia otorgada al problema identitario en la temática de su obra y en la presentación enunciativa y retórica, no es un hecho parcial o casual, sino más bien un proceso que abarca toda su obra.

 

3.      OBRAS CITADAS

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