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Revista Luna Azul - SOCIEDADES CAMPESINAS, AGRICULTURA Y DESARROLLO RURAL
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SOCIEDADES CAMPESINAS, AGRICULTURA Y DESARROLLO RURAL (1)

Jairo Mora-Delgado (2)

Manizales, 2006-12-12 (Rev. 2007-04-08)

RESUMEN

El presente artículo constituye un marco reflexivo que sirvió de referente teórico para el abordaje de una comunidad campesina en Costa Rica (América Central). Para ello se hace una revisión crítica de estudios que documentan diferentes acercamientos a las sociedades campesinas y se establecen los principales elementos conceptuales que enmarcaron el estudio en mención. La categoría social denominada “campesino” y sus sistemas de producción, constituyen un grupo social importante en un futuro mundo globalizado, tanto por su papel en el abastecimiento de productos, el acerbo cultural y social que representan, como por las interacciones con los recursos naturales, lo cual justifica su análisis. El campesinado establece diferentes estrategias de vida para persistir en la sociedad globalizada: el conocimiento local, las percepciones sobre el ambiente y las instituciones locales. Son estos, pues, los principales ejes de reflexión en el presente artículo.

PALABRAS CLAVE

Economía campesina, medios de vida, conocimiento local, pequeños productores.

PEASANT SOCIETIES, AGRICULTURE AND RURAL DEVELOPMENT

ABSTRACT

This article constitutes a reflexive frame used as a theoretical reference in order to approach a peasant community of Costa Rica (Central America). A critical overview of different studies that document different approaches to peasant communities, as well as establishing the main conceptual elements used to guide the present study. The social category of “peasant” and his or her production systems constitute an important social group in a future globalized world, due to their food production role; the social and cultural richness they represent; as to the interactions with natural resources, justifying their analysis. The peasant communities establish different livelihood strategies to face the globalized society, for example, their local knowledge and perceptions on the environment and on social institutions. These are the main reflection themes found in the present article.

KEYWORDS

Peasant economy, livelihoods, local knowledge, small producers.


INTRODUCCIÓN

La revisión critica de los discursos sobre las sociedades campesinas y sus sistemas de producción agrícola constituyen un ejercicio importante en el mundo actual, en especial, para comprender la vigencia del debate teórico sobre sociedades y sistemas de producción campesinos en las puertas de un mundo globalizado. Esta importancia radica no sólo en el papel que cumplen en la producción de alimentos, sino también en las interacciones entre el componente humano y los recursos naturales inherentes a las sociedades rurales y a las nuevas funciones que han empezado a desempeñar los paisajes rurales en la recreación humana y como estilo de vida alternativo al citadino. Las características propias de estas sociedades, expresadas en sus sistemas de producción, sus conocimientos de las condiciones locales y las diferentes estrategias que utilizan para su reproducción y permanencia a lo largo de las distintas etapas del desarrollo social, las convierten en un ámbito interesante para el análisis de opciones eco-amigables y socio-económicamente viables de producción y organización social.

El presente artículo constituye la primera parte de una serie de textos reflexivos que sirvieron de referente teórico para el análisis de una comunidad campesina y sus relaciones con los sistemas de producción cafetaleros en la región central de Costa Rica, desarrollada como tesis doctoral. El marco teórico de dicha disertación giró alrededor de cuatro ejes temáticos: la teoría sobre sociedades campesinas, la teoría de sistemas como guía de análisis, la participación como medio en procesos de investigación y desarrollo, y el tema de la sostenibilidad de los sistemas de producción agrícola.

Dada la vigencia del debate sobre la importancia de las sociedades campesinas en los países en vías de desarrollo y, en especial, en América Tropical, para el presente artículo se extraen algunos elementos del primer eje, el que su vez se comparte con un público lector amante del mundo rural tropical. Son tres los aspectos que configuran la reflexión desarrollada en este primer documento: 1) Una reflexión sobre el campesinado como categoría analítica; 2) La persistencia campesina ad portas de la sociedad moderna y 3) Las estrategias de vida del hogar campesino y el conocimiento local, como capital cultural. Estos ejes son argumentados mediante una revisión crítica de diferentes vertientes de pensamiento.

CAMPESINOS: UNA CATEGORÍA SOCIAL SOSLAYADA

El contexto en el cual se analiza el cambio tecnológico es determinante para la comprensión del hecho social. Así, la discusión de las categorías de campesino o campesinado y de sistemas de producción agrícola cobra importancia, y con mayor razón en Costa Rica -país donde fue concebido y desarrollado el presente texto-, donde los sectores rurales que se han configurado bajo la influencia del turismo y el auge de los programas de ayuda externa, han hecho que la categoría denominada “campesinado” difiera del resto de los campesinados de América Latina. Paralelamente, la configuración de sistemas de producción campesinos, bajo la influencia de una sociedad fuertemente presionada por la información y la dinámica del mercado, hace que los sistemas de producción adquieran visos particulares. De esta manera, una visión sobre las teorías del campesinado facilita el entendimiento de esta categoría social.

El debate sobre el campesinado como categoría social y su papel en el cambio ha sido asumido desde diferentes escuelas de pensamiento. Este debate tiene sus raíces en las teorías de la economía política marxista y la economía clásica del siglo XIX (Bryceson 2000, Westphal 2002). Las aproximaciones más conocidas sobre el campesinado están basadas en la definición de Wolf (1971); para este autor, el campesino es un labrador o ganadero rural, que recoge sus cosechas y cría sus ganados en el campo, no en espacios especiales (invernaderos, jardines o establos) situados en centros urbanos; tampoco se trata de pequeños empresarios agrícolas (granjeros) tipo farmer norteamericano. El campesino y su finca no operan como una empresa en el sentido económico, pues sus actividades están orientadas a lograr el desarrollo del hogar y no el de un negocio.

La granja, al igual que la gran empresa agrícola, es un negocio que opera factores de producción generalmente adquiridos en el mercado y organizados para generar mercancías que den un rendimiento económico. En cambio, la producción campesina funciona con base en la organización de diferentes rubros interactivos en el marco de un predio, algunos de ellos orientados al intercambio externo y otros al autoconsumo. Por lo tanto, en la producción campesina, la toma de decisiones está supeditada a la obtención de un producto predial (3) y no de un rubro en particular (Berdegue y Larrain 1988).

Para la teoría chayanoviana, la unidad familiar campesina es simultáneamente una unidad de producción y de consumo (Yoder 1994), en la cual el principal objetivo es la satisfacción de las necesidades de la familia. Además, el proceso de producción está basado predominantemente en el trabajo familiar, con una mínima demanda de recursos externos. En concordancia con esa posición, la finca campesina está orientada principalmente a la producción de valores de uso para la satisfacción de las necesidades, aunque también se generan valores de cambio cuando los excedentes son comercializados; sin embargo, estos últimos no buscan el lucro sino la reproducción simple de la unidad doméstica (Berdegue y Larrain 1988, Toledo 1993). Así, la familia funciona como una unidad de producción-consumo-reproducción.

Si bien difieren en el rol histórico, tanto los analistas de la economía clásica como los de la economía política marxista comparten la idea general del campesinado como una categoría social en proceso de extinción. Ambas vertientes consideren al campesinado como un sector anacrónico para la modernización y, por lo tanto, como un obstáculo para el desarrollo. Han argüido consistentemente que el campesinado es una clase inestable, incapaz de existir en la ausencia del capitalismo pero igualmente incapaz de coexistir con este (4).

Correlacionado con la modernización, el cambio tecnológico ha sido un tema central en diferentes aproximaciones al desarrollo agrícola. La modernización en el campo es entendida como el incremento de la productividad agrícola y la integración al mercado. El uso de tecnología moderna (mecanización e insumos externos), la especialización de la mano de obra y la división del trabajo, son considerados requisitos imprescindibles para alcanzar la eficiencia en la producción agrícola (Tomich et al. 1995, Westphal 2002). Si bien al principio dicha concepción de la modernización rural estaba asociada a la producción agrícola de gran escala, en los años 70 y 80 también se extiende hacia las pequeñas fincas campesinas. Para ello, en la mayoría de países latinoamericanos se implementaron políticas internacionales como, por ejemplo, el Plan Puebla en México o los Programas de Desarrollo Rural Integrado (DRI) en Colombia, Perú y otros países de América Latina. En esta concepción del desarrollo, el uso de una tecnología basada en insumos de capital intensivo -generalmente producidos en centros de investigación especializados o en agronegocios de insumos agrícolas- representaban la solución a la pobreza rural (Pérez-Zapata 1984, Volke y Sepúlveda 1987).

La extensión agrícola cumple un papel fundamental dentro de un modelo de desarrollo rural de corte neoclásico. Su función es la diseminación de los descubrimientos científicos a los agricultores para inducir el proceso de modernización deseada (Tomich et al. 1995). La asunción del modelo de modernización es que la introducción de tecnologías modernas y la provisión de asistencia técnica a través de los servicios de extensión inducen un aumento de la productividad y, por lo tanto, a la generación de excedentes comercializables que llevan a los pequeños productores a ser viables para el mercado. Así, los mayores ingresos obtenidos por la venta de productos contribuirían a la eventual solución de la pobreza rural (Volke y Sepúlveda 1987, Westphal 2002). Bajo este concepto, se asume que el pequeño productor actúa en función de la racionalidad económica de mercado. De esta manera, se atribuye el éxito o fracaso de los procesos de cambio tecnológico a destrezas individuales o disponibilidad de recursos antes que a dinámicas estructurales causantes de la diferenciación (Westphal 2002).

El análisis marxista comparte con el modelo neoclásico la perspectiva básica de la modernización en el campo, pero contrasta en el análisis de la diferenciación de clase social que ocurre dentro del campesinado. Bajo esta perspectiva, algunos campesinos emergen en la escala social, llegando a convertirse en pequeños capitalistas gracias a la modernización de la tecnología agrícola y, además, a costa de la desaparición de otros que van a engrosar el ejército de mano de obra. Por lo tanto, el campesinado desaparece como categoría social. El concepto marxista de diferenciación de clases supera los términos productivos, pues aborda el análisis político de la relación de la clase respecto a los medios de producción, y concibe al campesinado en términos de su potencial revolucionario (Yoder 1994) o su desaparición como resultado de la modernización agrícola (Westphal 2002). Para el análisis de la economía política, la organización social de la producción, antes que el desarrollo tecnológico en sí, es el tema crucial (Westphal 2002).

A pesar del fenecimiento augurado para el campesinado como resultado de la modernización e industrialización, vaticinio compartido tanto por los economistas clásicos como por los marxistas, los campesinos estuvieron lejos de desaparecer en el siglo XX.  Por el contrario, su persistencia ha sido objeto de análisis y sus sistemas de producción se presentan como opciones potencialmente más equitativas y eco-amigables que la modernización agrícola convencional (Pretty 1995, Gliessman 1998, Rosset 2003). Básicamente, estos estudios se ocupan de la dinámica de los sistemas de la finca campesina y las estrategias de hogar y, aunque no son aproximaciones que sigan la ortodoxia campesinista, sí retoman elementos importantes de la escuela de pensamiento chayanoviana, expresada en el libro The Theory of Peasant Economy (Chayanov 1966).  

Para la corriente de pensamiento heredada del economista agrícola ruso Alexander Chayanov, los campesinos son vistos como individuos y el énfasis está dado en la persistencia del campesinado en una sociedad donde este grupo social es subordinado a otros sectores de la sociedad moderna. En este orden de cosas, los campesinos efectúan cambios en su dinámica solamente para persistir en medio de la sociedad y para satisfacer sus necesidades básicas (Brass 1991, Yoder 1994).

PERSISTENCIA CAMPESINA

La persistencia campesina, expresada en la permanencia de unidades de producción familiar en medio del auge del desarrollo capitalista, es un tópico de debate entre las aproximaciones marxista-leninista y chayanoviana. Para los científicos sociales marxistas, la desaparición total del campesinado sería el resultado más probable ante el progreso de las formas de producción capitalista (Yoder 1994). Por el contrario, para la corriente chayanoviana, la persistencia campesina es evidente debido a la flexibilidad de la producción ante los embates del mercado y la sociedad en general. Dicha flexibilidad, que le permite al sistema de producción campesino reacomodarse a las diferentes situaciones de la dinámica del mercado, está determinada por su funcionamiento basado en el uso de mano de obra familiar. La mayor parte de los jornales, si no todos, empleados en las diferentes actividades productivas, son aportados por los diferentes miembros de la familia; esto le permite a la unidad familiar una cierta “elasticidad” ante los altibajos de los precios pagados por los productos y ante las pérdidas ocasionadas por las fluctuaciones del clima. Si los precios bajan, y por lo tanto el ingreso familiar se ve disminuido, la familia tendrá que aumentar su trabajo para compensar con volumen la productividad disminuida (Lehmann, 1986). Ocasionalmente, el campesino opta por vender su fuerza de trabajo a otros finqueros de mejor posición económica (terratenientes o empresarios agrícolas) o emplearse en actividades no agrícolas como estrategia para movilizar ingresos monetarios desde el exterior hacia su unidad familiar (Berdegue y Larrain 1988, Ellis 1994,  Kearney 1996, Ellis  2000).

De este modo, los campesinos persisten en la sociedad gracias a su capacidad de producción de mercancías más baratas que las unidades de producción capitalista, las cuales deben afrontar obligaciones legales (impuestos, licencias) y empresariales (pago de salarios, aguinaldos, publicidad, etc.). Sin embargo, por su incapacidad de competir con los grandes empresarios agrícolas —quienes sí pueden producir en serie o grandes volúmenes, disminuyendo así los costos de producción— el campesino sale del negocio o tiende a buscar otras estrategias para la subsistencia (Yoder 1994). Los que salen del negocio se ven forzados a emplearse en otras fincas o en otras actividades económicas (servicios e industria), otros pueden llegar a convertirse en pequeños capitalistas, y los demás optan por las actividades propias de las postrimerías del siglo XX, como el ecoturismo, o el ser sujeto de trasferencias de agencias internacionales, ayudas filantrópicas de fundaciones u ONG´s locales.

Dadas las características  de las unidades de producción campesina, las cuales son recurrentes en las diferentes épocas del desarrollo de la humanidad, se las ha tipificado como "un modo de producción con características propias". Esto les permite reproducirse a en un amplio rango de contextos sociales (Shanin 1973, Brass 1991) y coexistir con diferentes formas de producción del feudalismo, capitalismo o socialismo. Así, desde la perspectiva antropológica, Spicer (1971) enfatiza en los elementos simbólicos que contribuyen a que algunos pueblos sean persistentes, mientras que otros desaparezcan. En este sentido, los valores, el vínculo con la tierra, con las semillas, con sus antepasados, con el lugar mismo, son elementos fundamentales de la persistencia campesina que configuran su identidad, la cual puede ser mucho más fuerte que cualquier racionalidad económica. Más que un modo de producción, el campesinado debe considerarse como un modo de vida.

ESTRATEGIAS DE VIDA Y CONOCIMIENTO LOCAL CAMPESINO

El conocimiento que los campesinos poseen de los agroecosistemas los habilita para desenvolverse mejor bajo condiciones adversas, ecológicas o de mercado, y lograr sus objetivos de producción (Netting 1993, Pimbert 1995). Dicha capacidad de adaptación cognitiva y motora es la base de la multifuncionalidad de las pequeñas fincas, característica relacionada con la conservación de los recursos naturales y con una mayor eficiencia y productividad (Rosset 1999). Así, en la finca campesina se desarrollan múltiples estrategias que se conjugan para asegurar el ingreso, basadas generalmente en el conocimiento que tienen los campesinos de su entorno.

El conocimiento local es el acervo de conocimientos, creencias y costumbres consistentes entre sí y lógicas para quienes los comparten (Farrington y Martin 1988).  Está constituido por saberes y percepciones únicos para una cultura o una sociedad dada (Grenier 1998). Generalmente, deriva de observaciones cotidianas y de la experimentación con formas de vida, sistemas productivos y ecosistemas naturales (Johnson 1992, Montecinos 1999); incluye vocabularios y taxonomías botánicas o farmacológicas de sociedades campesinas e indígenas, sistemas de conocimiento de suelos (Barrios et al. 2000, Niemeijer y Mazzucato 2003) y conocimiento de los animales por parte del cazador, entre otros tópicos que han sido objeto del análisis de varios autores (Llorente 1990, Cerón 1991, Díaz 1997).

Los términos conocimiento local y conocimiento indígena han sido utilizados indistintamente. Sin embargo, existen diferencias en la medida en que el conocimiento indígena incluye valores culturales y creencias míticas, a diferencia del conocimiento local, que denota una comprensión de lo local derivada de la experiencia y observación de los agroecosistemas (Sinclair 1999, Dixon et al. 2001). Este conocimiento sobre el medio ambiente es acumulativo y dinámico, basándose en la experiencia de generaciones pasadas y adaptándose a los nuevos cambios tecnológicos y socioeconómicos del presente (Johnson 1992). Con raíces firmemente asentadas en el pasado, el conocimiento local ‘pertenece’ a las generaciones actuales y futuras, del mismo modo que perteneció a los ancestros que lo originaron (Montecinos 1999) y no se restringe al patrimonio exclusivo de grupos étnicos específicos. Mientras que algunos científicos y planificadores del desarrollo consideran el conocimiento tradicional como un medio para resolver problemas socioeconómicos, las comunidades locales lo ven como parte de su cultura total, vital para su supervivencia cotidiana (Dewes 1993).

La cantidad y calidad del conocimiento local sobre el medio ambiente varía entre los miembros de una comunidad, dependiendo de diferentes factores socioeconómicos tales como: género, edad, posición social, capacidad intelectual y profesión (Sinclair 1999, Stokes 2001). Esto hace que la información obtenida a través del conocimiento local sea difícil de cuantificar, presente diversos grados de complejidad en una población determinada y varíe su nivel de consistencia entre sus poseedores. Este conocimiento tampoco es mágico, por lo cual no hay que idealizarlo (Bentley 1994); como todo saber, es falible y tiene limitantes y lagunas, que se pueden traducir en manejos erróneos (Saín 1999). No obstante, los agricultores campesinos o indígenas tienen una mejor comprensión integral de los procesos que se desarrollan en niveles jerárquicos de complejidad intermedia (p. ej.  parcela,  finca o agroecosistema) (5). Por el contrario, tienen más dificultades para comprender relaciones abstractas en los micro-niveles (ámbito molecular, microbiota o micrositio) y macro niveles jerárquicos (al nivel de paisaje, región o planeta) que son ámbitos de mayor interés para el científico (Pimbert 1994). Características inherentes a la racionalidad local hacen que el conocimiento derivado de ésta presente limitaciones para su traducción al discurso científico.

En la racionalidad local, las estrategias de vida o medios de supervivencia (livelihoods) (6) configurados con base en el conocimiento de los ecosistemas y la cultura, constituyen un recurso fundamental para la reproducción de la unidad familiar y sus sistemas de producción. Una amplia gama de estrategias le permite al campesino tal reproducción, empero, el uso de mano de obra familiar, el conocimiento que tiene sobre el medio y la integración de múltiples actividades y estrategias para asegurar el ingreso, constituyen pilares fundamentales de las estrategias de vida de sociedades campesinas. En términos de Ellis (2000), la diversificación de las estrategias de vida representa una vía para minimizar el riesgo o maximizar el uso de la mano de obra familiar mediante el desarrollo permanente de un portafolio de actividades económicas y valores para mejorar el bienestar familiar.

El concepto de “estrategia de vida” o “medio de supervivencia” ha sido definido por Chambers y Conway (1992) como las capacidades, valores y actividades de las familias campesinas para proveerse sus medios de vida. Por valores se entiende tanto los tangibles como los intangibles, aunque hay discrepancias sobre cuál tipo de capital o “stocks” debe ser incluido bajo el concepto. Principalmente, estos autores hablan de cinco tipos de capital: social, humano, físico, financiero y natural. Alrededor de estos elementos, Ellis ha definido el concepto como sigue:

“…a livelihood comprises the assets (natural, physical, human, financial and social capital), the activities and the access to these (mediated by institutions and social relations) that together determine the living gained  by the individual or household” (Ellis 2000).

Para lograr mejorar el bienestar del hogar, Scoones (1998) identifica tres estrategias básicas: intensificación o extensificación agrícola, diversificaron de los medios de vida, y migración y remesas. Tales estrategias están presentes en las sociedades rurales de América Latina y, en especial, de América Central. Su estudio y comprensión permiten un mejor entendimiento de estas sociedades y de sus sistemas de supervivencia, para con base en ello proponer estrategias de intervención a los tomadores de decisiones. El conocimiento local de los productores constituye el recurso dinámico que establece los enlaces entre los diferentes medios de vida y estrategias de supervivencia.

CONCLUSIÓN

Las comunidades campesinas aún representan una proporción importante en la sociedad, por ello es importante comprender su dinámica para interactuar con ellas. Para comprender la dinámica de los hogares campesinos y la de sus sistemas de producción es importante abordar  diferentes temas de reflexión que van desde la comprensión de las estrategias de vida a las cuales acuden para enfrentar el contexto social y biofísico, hasta el análisis y valoración de la dotación de capitales. Estos temas puestos en contexto histórico y político de cada país y región. Tales temas son materia obligada de estudio para los trabajadores e investigadores del sector rural.

Uno de los principales problemas que enfrenta el investigador en el abordaje de sistemas de producción campesinos es tener que cambiar la visión lineal y unidimensional heredada de la formación técnica, por una apertura mental dispuesta al reacomodo de sus esquemas cognitivos. A pesar de los intentos por entender la complejidad los sistemas de producción campesinos, generalmente los enfoques convencionales de las ciencias agrícolas siguen privilegiando los esquemas de pensamiento lineales y unidimensionales. Ante esto, la ruptura de los esquemas rígidos de pensamiento, bajo los cuales se han formado los científicos agrarios, puede iniciarse con el acercamiento a discursos diferentes a los acostumbrados en su práctica profesional.

En este sentido, una revisión crítica de diversos conceptos, metodologías y elaboraciones teóricas sobre el tema de interés del investigador, es fundamental para la elaboración de un marco conceptual de referencia. Este marco conceptual no implica que se constituya en un esquema normativo en el cual encasillar la realidad sino, por el contrario, debe constituir una caja de herramientas útil para entenderla y reacomodarla en función de los acuerdos intersubjetivos de los lectores de la misma. Esto representa un desafío para el investigador, para observar y analizar los objetos (o sujetos) de interés a través de diferentes ‘anteojos’ conceptuales que permitan otras lecturas de la realidad situacional.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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NOTAS
  1. Basado en el Capitulo 2 del documento: Mora-Delgado, J. 2004. Tecnología, Conocimiento Local  y Evaluación de Escenarios en Sistemas de Caficultura Campesina en Puriscal, Costa Rica. Tesis de Ph.D. San José, Costa Rica, Universidad de Costa Rica. 249 p
  2. PhD. en Sistemas de Producción Agrícola, Universidad de Costa Rica;  M.Sc en Desarrollo Rural de la Pontificia Universidad Javeriana; Zootecnista de la Universidad de Nariño. Profesor Asistente de la Universidad del Tolima, Colombia. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla
  3. Berdegue y Larrain denominan  “producto predial”  a la suma de bienes, orientados al mercado o al autoconsumo, derivados del manejo de la finca como una totalidad, donde hay intercambio y reciclaje de materiales entre los diferentes componentes. Esto se diferencia de la empresa agrícola, en donde cada rubro (maíz, café, ganado, etc.) se maneja por separado.
  4. Una mayor discusión al respecto puede verse en Kerney (1996) y Yoder (1994).
  5. Su vivencia ha tenido una íntima relación con la dinámica de estos niveles.
  6. Livelihoods es el termino utilizado por Ellis (2000), y puede traducirse como “medios de vida” o “estrategias de supervivencia”.
 
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