It is the cache of ${baseHref}. It is a snapshot of the page. The current page could have changed in the meantime.
Tip: To quickly find your search term on this page, press Ctrl+F or ⌘-F (Mac) and use the find bar.

Historia (Santiago) - WALTER HANISCH, S.J., HISTORIADOR

SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.35BIBLIOGRAFÍA DE WALTER HANISCH, S.J. índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Historia (Santiago)

versión On-line ISSN 0717-7194

Historia (Santiago) v.35  Santiago  2002

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942002003500001 

R.P. Walter Hanisch, S.J.
1916-2001

WALTER HANISCH, S.J., HISTORIADOR

El Instituto de Historia y la Revista Historia dedican este número en homenaje a Walter Hanisch, S.J, uno de los fundadores de nuestro antiguo Instituto y colaborador asiduo de Historia, fallecido el 13 de octubre de 2001.

Profesor Emérito de nuestra Facultad desde 1992, ejerció la docencia y la investigación por largos años en nuestro Instituto; recibió el Premio Nacional de Historia en 1996.

El 13 de diciembre de ese año, en el homenaje brindado por el Instituto, pronunció las siguientes palabras, hasta hoy inéditas, que reflejan cabalmente quién fue.

En esta hora de la vida, cuando uno siente que los festejos del premio se van apagando, como las luces de la tarde, y el cielo se tiñe con el titilante fulgor de las estrellas, es la hora de hacer un balance de todo el pasado, en el cual las cifras de los impresos son las que más pesan en el destino próximo de su sueño.

Uno se pregunta si realizó una obra completa o si se quedaron en el camino, como los jirones de una vieja vestidura, los trozos de una tela inservible. La obra que queda atrás es tan dispersa, irregular y fragmentaria, que uno piensa que el pasado ha perdido su esplendor.

Mis escritos son inclasificables. En vano hago listas y listas desiguales. Y me pregunto: ¿por qué? Veamos una de 17 títulos: Filosofía, Chile, Iglesia, Rosales, Ovalle, Molina, Bello, Geografía, Teología, plan de una historia del catecismo en Chile, la historia de la Iglesia vista por los laicos, la catequesis del siglo XIX, la geografía de la Compañía de Jesús, el latín, Colón, la pedagogía. Lacunza, los hermanos coadjutores alemanes, Abdón Cifuentes, Calera de Tango, los historiadores, el liberalismo católico en Europa y Chile, la Teología en Chile Hispano, las misiones, la Encíclica Rerum novarum.

Y me olvidaba de la otra cara de la luna: la que nunca se ve. Podríamos tomar el reparto de las clases. En el carrusel de cambios de los colegios, uno sale, a veces, enseñando lo que sabe o lo que no quiere. Así me pasó con la filosofía y, sin embargo, llegué a ella, cuando escribí La historia de la Compañía de Jesús en Chile (1594-1810). Guardé al hacerla las fichas de los autores de filosofía.

Por ahí empecé. Guardo una lista de 13 publicaciones, que es la siguiente: En torno a la Filosofía de Chile, La filosofía de don Juan Egaña, Tres dimensiones del pensamiento de Bello: Religión, Filosofía, Historia, Rousseau, la Ideología y la Escuela Escocesa, Los Jesuitas y la Independencia, Bello y el Derecho Natural, El Catecismo Político Cristiano, Itinerario y Pensamiento de los Jesuitas Expulsos de Chile, Pervivencia de la Escolástica, Rafael Fernández Concha, Francisco Ginebra, Filósofo y Pedagogo, La Filosofía en Chile desde el siglo XVI hasta 1818.

Como desde 1941, con leves interrupciones, he sido siempre profesor, he pensado: "¿Qué queda de nosotros en el polvo del camino?" Cuando en 1907 falleció el P. Ginebra profesor de filosofía y célebre autor, un ex alumno, Joaquín Díaz Garcés, le dedicó un artículo en la prensa diaria, que tituló: El guarda faro. Leamos algo de él: "Nadie, ni materialmente, ni con la imaginación, ha dejado caer flores sobre el féretro de este filósofo ermitaño. Nunca lo rodearon a él en la vida; y jamás tocaron su frente fatigada, ni las hojas de laurel de la popularidad, ni los pétalos de rosa del amor, ni siquiera la calma embalsamada del árbol a cuya sombra se encuentra el descanso".

"Era como esas rocas eternamente rodeadas de mar; pero que parecen sordas a su eterno combate".

"Sobre la tumba del venerable maestro, y entre las algas que el océano de la vida dejó en esa abrupta e inmovible roca de su criterio, se podrían poner como símbolos las alas con que remontó a la verdad, el ancla con que ayudó a los náufragos y las espinas que guardó para sí en la jornada".

¡Qué destino más austero y solitario!

Ginebra completó su obra y la reeditó muchas veces. Yo pienso que el escribir En torno a la filosofía en Chile mi proyecto se extendía hasta llegar al Positivismo (1875-1920).

Cubriendo el tiempo desde 1863. Era todo el panorama de un siglo, aún espero realizar.

Otro tema que me interesó recorrer fue El Latín en Chile. Empecé con El latín en la Colonia, 1984 hasta completar los siguientes títulos: Séneca y el senequismo en Chile durante la dominación española, San Isidoro de Sevilla y sus latines, Elio Antonio de Nebrija, gramático del Renacimiento, y las cartas latinas de Felipe de la Laguna, terminado con El Latín en Chile (1991, 179). Yo había estudiado el latín desde 1926 hasta 1934. En todos estos años el tema era la gramática, la prosodia, la sintaxis, y yo creo que todos estudiamos así el latín, porque no recuerdo nada diverso en la enseñanza de los jesuitas en 1938-39 y 40, cuando estuve en el juniorado de la Compañía. El poeta mexicano Enrique González Martínez, que estuvo de diplomático en 1916 y que guardó un grato recuerdo de Chile, escribió sus memorias: El hombre del Búho, Misterio de una vocación (México, 1944). En él hace la crítica de la enseñanza del latín que recibió en el Seminario de Guadalajara. Recuerda a su segundo maestro de latín o profesor de Mayores. Este sacerdote le confesó que nunca había leído una novela, y Enrique le proporcionó muchas. El profesor era "muy fuerte latinista", pero en su enseñanza nada se percibía de las bellezas de la lengua clásica. Se verificó una transformación en el maestro al contacto de las novelas. De un perfecto gramático se tornó un admirador de los clásicos en compañía de su discípulo. La enseñanza del latín en el Seminario tenía un carácter puramente gramatical. Al terminar el curso leían a libro abierto cualquier canto de la Eneida, las oraciones de Cicerón, las Églogas y Geórgicas de Virgilio, las elegías de Ovidio, odas de Horacio. Hacían buenos versos según la prosodia, pero nada sabían de la belleza de los textos estudiados. Nada supieron de los tesoros de Virgilio, Ovidio, Cicerón, y Horacio. "Me figuro que mi profesor de latín hizo sus estudios en la misma forma en que nos los trasmitía, sin parar mientes en el tesoro estético de aquella gran literatura. Ahora ya más provisto de gusto, comenzó a saborear el manjar que por años de años engulló sin paladearlo. Y yo con él. Leímos otra vez la Eneida e íbamos reparando en sus encantos hasta allí recónditos. El salvaba las dificultades que habían en mí, en los pasajes oscuros o difíciles; y a la hora del comentario éramos ambos los fascinados y sorprendidos. Cuando recuerdo aquellos días de comercio íntimo con la flor de la literatura latina, y me veo ahora ya torpe y olvidado de aquella lengua prócer, me explico las palabras de Pierre Laserre, que al defender la enseñanza del latín en los colegios de Francia, decía: "no pretendo que todos lo sepan, me conformo con que lo hayan olvidado". Yo soy aquel que lo olvidó todo: pero guardo en mi espíritu el perfume de los viejos poetas y aún me seduce la armonía suprema, el noble tono de aquella lengua inmortal".

Este párrafo tiene el valor de un descubrimiento: el error en el método. Se separaba por hábito heredado, sin captar, la belleza de los clásicos.

Voy a confesar que sobre el latín no tengo proyectos a futuro, pero pienso que siempre tendrá interés intelectual, por la enorme literatura que arrastra consigo y por su eterno influjo.

No quería omitir el tema que he llamado la otra cara de la luna. Pero entrando más a fondo en la idea de lo que no se ve, incluyo todo aquello que forma mis apuntes, mis escritos no publicados. La continuación de tantos temas que no se pudieron llevar adelante, porque un profesor anda urgido con muchos apuros. Tengo 65 archivadores Memphis llenos con apuntes, escritos, y proyectos de todas clases. Tengo porciones de cuadernos con trabajos sin terminar, tengo anillados, cosas a punto de terminar, tengo listas de títulos de trabajos en espera. No todo se puede recordar. No todo puede estar listo para las prensas. Sobre todo hay mucha documentación conservada tras largas peregrinaciones por archivos y cosas que nunca se publicaron por falta de tiempo. Hay numerosos paquetes cuyos contenidos tengo hasta olvidados, pero que como los minerales no dejan de ser tesoros, por escondidos.

Una pregunta que todos hacen es dónde se estudiaron tantas cosas… Yo creo que la gran explicación es la obediencia. Se encargaban muchas tareas, se ponía la voluntad de hacer, se iba lentamente avanzando, hasta que un día los obstáculos impedían avanzar.

"Caminante: no hay camino
se hace camino al andar".

Y hay un punto en que el camino se cierra, el paso se obstruye, la voluntad flaquea o viene avanzando el fin, como dice A. Machado:

"Y cuando llegue el día del último viaje
y este al partir la nave que nunca ha de tornar
Me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
Casi desnudo, como los hijos de la mar".

Entonces, como ahora, quisiera poder estar sin otra deuda que la gratitud y poder bendecir la vida minuto a minuto y poder dejar como sutil herencia una obra modesta, honrada, que sea reflejo de una vida generosa, que supone dar hasta el fin.

Os agradezco este homenaje, no porque lo merezca, sino como testimonio de vuestra bondad y afecto, que suple con creces la pequeñez del homenajeado, aquí presente.